P. Profesor, ¿qué pasó con la temporada ballenera 2020, será que el COVID-19 también asustó a las Reinas del Atlántico?
R. Desde que pintaron el mar de azul y el Sol sale por el oriente, las ballenas jorobadas jamás han faltado a la cita invernal que las convoca a la entrada de la Bahía de Samaná para cumplir con el ritual más hermoso de la creación: la reproducción. Es cierto, a nosotros sí el COVID-19 nos impidió apreciar el espectáculo mayor de los mares del Atlántico, que escenifican las Yubartas enamoradas, con sus saltos, soplos y acrobacias al encontrarse con sus consortes en las cálidas aguas dominicanas, que discurren desde el litoral norte hasta los bancos de la Plata, de la Navidad y el Pañuelo.
Es muy probable que muchos dominicanos desconozcan que son acreedores de un patrimonio de indescriptible valor y que deslumbra a turistas de todo el mundo, que vienen todos los años a las costas de Samaná para deleitarse con el cortejo de indescriptible belleza que escenifican ballenas y ballenos desde el mes de enero hasta comienzos de abril, tiempo asignado por el destino para marcar el proceso biológico más delicado de la segunda especie más grande de animales que aún le queda al planeta: la Megapteranovaeangliae, mejor conocida como Ballena Jorobada y popularmente bautizada con el nombre de “Yubarta”.
En 1981 tuve el honor de conocer a Idelissa Bonnelly y presentársela a Merilio Morel, director nacional de parques, para exponerle el proyecto de creación de un área protegida al norte de Puerto Plata y Samaná, el cual le daría un gran prestigio internacional a la República Dominicana y aunque tuvo que esperar 5 años, los sueños de esta meritísima profesora fueron coronados en 1986, cuando el doctor Balaguer emitió el decreto 319, creando el Santuario de Mamíferos Marinos de los Bancos de la Plata y la Navidad, la primera y más grande área protegida de esta naturaleza en el Atlántico Norte.
Desde entonces y hasta el presente, nuestro país ha sido reconocido y valorado por la comunidad científica internacional, como uno de los más preocupados por la conservación de esta especie tan singular que, para aquel entonces, concentraba un 86% de la población mundial de Yubartas de esta parte del Atlántico en las costas dominicanas, pues el Archipiélago de las Azores – África se disputaba el restante 14%. Ellas vinieron y se fueron este año sin darnos cuenta.