El martes recibí un mensaje del querido amigo Juan Bolívar Díaz desde España, recordándome que ayer se cumplían 25 años de la temprana partida del ilustre amigo José Francisco Peña Gómez.
Esto así, porque Juan conocía la amistad que existía entre nosotros, ya que durante mucho tiempo compartimos situaciones y momentos especiales.
Peña fue un ser especial. Aún sabiendo que pudieran existir discrepancias con amigos o conocidos, no vacilaba en procurar encuentros para discutir y analizar situaciones.
Llegó un momento en que se constituyó en una norma realizar encuentros con la participación entre otros de Juan Bolívar, Bienvenido Álvarez y Quiterio Cedeño,
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Hace unos años, cuando se ventilaba un proyecto para declarar el aeropuerto internacional con el nombre de José Francisco Peña Gómez y surgieron voces con posiciones contrarias y duras críticas, publiqué un artículo en este mismo espacio que titulé: A Peña Gómez con Cariño. Del cual me permito transcribir algunos párrafos:
“En memoria de José Francisco Peña Gómez, del que fue y seguirá siendo el inolvidable amigo. Al que tratamos íntimamente durante largo tiempo y de quien conocimos toda su grandeza humana. Sobre todo en los momentos difíciles o cuando cualquier ciudadano, amigo o no, pudiera estar atravesando momentos aciagos.
“Por eso, que no se someta a escrutinio ni se continúe discutiendo si es correcto o no ponerle su nombre al Aeropuerto, o si es correcto o no que se vete dicha ley. Peña Gómez estaba por encima de eso. Fue un hombre que llegó a superarse y a colocarse en un lugar especial y privilegiado para sus seguidores, para sus amigos e incluso para sus contrarios. Se hizo grande pero continuó siendo humilde. Su entierro fue el gran galardón y condecoración que el pueblo le brindó”
“Como escribió J. L Lebret: Tiene valor lo que es bueno para el hombre. Lo que asegura su desarrollo normal. Lo que facilita su mejoramiento. Lo que lo ayuda a superarse. Porque el pleno desarrollo de la persona se realiza en el equilibrio que exige la jerarquización de los valores. Dándole a cada valor el lugar que le corresponde. La verdad, la bondad, la confianza, la concordia, la paz, son valores superiores que no se aprecian con dinero. La moneda no puede medir más que valores cuantitativos.
“Cuando se vive en la verdad, la confianza se establece entre los hombres. Cuando se miente en la cumbre de la sociedad, pronto se miente a todos y en todos lados. Por eso, el buen cristiano en sus relaciones con el prójimo no debe limitarse solo a la justicia, también debe amar. Otros pueden odiar, pero el cristiano no. El cristiano debe aborrecer los vicios, los errores, pero no a los seres humanos. Su mensaje debe ser siempre de amor”
“Ese amor y perdón del que habló Peña Gómez antes de morir. Como llamando a la reconciliación de la familia dominicana y como demostración de su convicción cristiana. Tal vez convencido de que el hombre humilde se supera sin peligro de perder, se perfecciona sin peligro de envalentonarse, madura lentamente y crece sin exaltarse”.