27 Concurso Eduardo León Jimenes: un compromiso esperado

27 Concurso Eduardo León Jimenes: un compromiso esperado

(I)

El 27º Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, y, mañana, la presentación de las obras elegidas y de las premiadas, concluyen exitosamente. Califican a los admitidos como “artistas participantes”, no como seleccionados, lo que constituye una primera diferencia con otros certámenes en los que participar no implica que sus obras hayan sido aprobadas.
No cabe duda de que este concurso es una propuesta única en el país, y cada vez más singular, habiendo evolucionado, como un principio rector, casi desde su primera celebración en el 1964.
Este rasgo distintivo hace que desde quienes comentan el concurso hasta los que colaboran en su organización siempre aluden a inquietudes y logros sucesivos, y prudentemente a su porvenir, a la vez esperado e inesperado.
Los cambios introducidos dieron prácticamente a cada concurso un rumbo nuevo, a veces desconocido aquí, y recientemente con una exigencia de documentación exhaustiva y pronunciamiento conceptual.
Los candidatos lo aceptan, sabiendo que es una condición ineludible, realizando una verdadera labor preparatoria, actuando como intelectuales y manejando la tecnología informática. Es evidente que estos requisitos no cabrían en la bienal oficial, donde se llegó incluso a rechinar ante formularios y datos, o sea que, en el “concurso de Santiago”, una capacidad expositiva debe demostrarse previamente con un “dossier” complejo.
Ahora bien –y es otra singularidad– sesiones de diálogo y explicaciones, a varios niveles, han precedido la entrega, y la habrán facilitado.
Cabría afirmar que este proceso, tan práctico como teórico, se ha fortalecido cuando se tiene en mano el catálogo –que estará físicamente disponible antes del cierre–.
Tanto los estudiosos, que escriben una extensa y minuciosa introducción, como los miembros del jurado y los artistas participantes – lo subrayamos– expresan ideas y planteamientos, opiniones y juicios, los cuales no dejan de sorprender por su contenido que aúna precisión y seguridad.
Nos referimos esencialmente a los artistas, que entonces confirman nuestra convicción de que si los críticos necesitan absolutamente a los artistas y sus obras para expresarse, los artistas a menudo saben “teorizar”, no solo acerca de sus propias creaciones, sino del arte, su historia y la actualidad. Esa parte, en entrevistas, no deja de asombrar, y, con el catálogo del 27º concurso, el medio artístico dispone entonces casi de un manual para aproximarse –objetiva y subjetivamente– al arte contemporáneo y captar sus distintos compromisos.
Insistimos que es el concurso más comprometido, no solamente por una observación y enjuiciamiento del individuo, de la época, de la sociedad, sino por los artistas y las obras que se presentan: en gran mayoría, difieren de lo que solemos ver en las exposiciones locales y aun internacionales.
Solamente una mención acerca de los participantes: se trata de una nueva generación, y una parte ejerce y/o reside fuera de la República Dominicana –Nueva York, Miami, Guatemala. México, Londres–, lo que contribuye a explicar ciertas opciones creativas.
Una mayoría no ha llegado al umbral de lo que se considera “el arte joven”, pocos sobrepasan la cuarta década. Luego, por su misma edad, su itinerario es a menudo muy corto, la formación dominando a la producción personal.
No deja de constituir un peligro, y se desea a los premiados –sobre todo– que continúen sus éxitos y las oportunidades de dedicarse a la creación visual. Hubo un tiempo –sobre todo en la Bienal oficial– cuando se hablaba de un “chepazo”, vaticinando un porvenir incierto… por la carencia de precedentes.
Consideramos esta opción generacional –aunque todos los concursos atraen más a quienes no alcanzaron aun la madurez– como una apuesta, y hasta una invitación a coleccionistas con otra mirada.
Ahora bien, puede suceder como en el caso de Zerahias Polanco –premiada– y la más joven, que la calidad académica coincida en su conjunto de cuatro pinturas, “Si me voy de aquí me muero” y su convicción conceptual. Por cierto, es una feliz apertura o desenlace de la visita al inmenso salón de exposiciones.
El Jurado siempre ha considerado una vertiente y versión experimental, en principio con la voluntad de que, más allá de la intención estética y de una(s) categoría(s) tradicional(es), sea una legitimación del arte contemporáneo y su pluralidad expresiva, que puede incluir un propósito lúdico y el humor, el enjuiciamiento y la protesta.
Nos referimos a “Propos de cromo” de Noelia Cordero, a “Black is Us” de Yelaine Rodríguez, o “Aquí… qué? de Ray Ferreira’ –¡un título completo casi no reproducible!–. En cuanto a Baltazar Alí, su “I’m Bringing the Party to You” –premiado– es un enorme juguete, un impresionante artefacto de materiales, elementos y efectos multiplicados…
Ahora bien, predominan la fortaleza y el “buen gusto”, la provocación y la vulgaridad no existen, tampoco la confrontación negativa con el público: la seriedad impera, convenza o no la pieza. No todas las propuestas son innovadoras y a veces se funden en tiempos anteriores de la ruptura contemporánea, así los juegos letristas.
Hay igualmente apropiaciones como las “Remodelaciones” de Laura Castro, que no sabríamos calificar como homenajes o alteraciones de obras magistrales. Hasta encontramos un eco de esculturas de Annette Messager en “Cuerpos de la desaparición”, contundente, valiente y muy atractiva instalación de Soraya Abu Naba’.
E indudablemente, está presente una de las constantes ideológicas del Centro León: la pertenencia al Caribe, en particular con la integración invitada de artistas de Haití y de Martinica. (Continuará).

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