La eficiente y costosa maquinaria propagandística del gobierno se ha dado banquete con las declaraciones del presidente de la Asociación de Industrias, Campos de Moya, de que decidieron retirar el apoyo económico que dieron “al principio” al Movimiento Verde, por considerar que se ha desvirtuado para tomar un camino peligroso. “Se mantienen atacando a los mismos partidos de oposición, a los líderes de oposición. Esto es muy peligroso, esto ya se ha visto en otros países, son movimientos populistas que terminan destruyendo los partidos de oposición. Eso ocurrió en Venezuela, Guatemala y Honduras. En donde los que impulsaron movimientos de esa índole están arrepentidos porque se han quedado sin oposición”. Desde siempre se ha sabido que los que mas tienen son los que mas pueden perder, por lo que resulta comprensible que a los industriales — y al resto del empresariado— les asuste que la Marcha Verde evolucione hacia una ruptura del orden que no le conviene a nadie, y el miedo todavía es libre en esta tropicalizada democracia. También es comprensible que les impida darse cuenta de que la Marcha Verde no es el enemigo a temer, que es tan solo una consecuencia, no la causa, pues el verdadero peligro que amenaza de muerte a la democracia que quiere sobreproteger con sus remilgos Campos de Moya está delante de sus narices: el encanallamiento de la clase política, que ha convertido el Presupuesto Nacional en botín de guerra y las instituciones del Estado en instrumentos al servicio de su codicia. Los mismos políticos, ha llegado el momento de recordarlo, a los que los empresarios han financiado generosamente durante décadas sin ponerle ninguna condición que no sea mantener “reglas de juego claras” que les garanticen ganancias y rentabilidades. Y, por supuesto, estabilidad y orden para disfrutarlas en Romana, Miami o cualquier otro sucedáneo del paraíso que pueda comprar el dinero.