La noche del 9 de noviembre de 1989, Andrea estaba con su familia en la sala de su pequeña casa en Hamburgo cuando de pronto sonó el teléfono.
Su mamá se apresuró a responder la llamada y, luego de un silencio que pareció eterno, dijo lentamente: «Prendan la televisión».
Siguiendo la orden de su esposa, Gert Fisher tomó el control remoto y, un par de segundos después de haber encendido la TV, se derrumbó en el suelo y rompió a llorar.
Andrea, que en ese entonces tenía solamente 13 años, recuerda que luego de escuchar la noticia de la caída del Muro de Berlín, le surgieron unas ganas incontrolables de tomar un tren con destino a la capital alemana para vivir ese momento histórico. «Era muy joven y tenía un espíritu libre y revolucionario», explica con emoción.
El muro de la vergüenza, como se le conocía en gran parte de Occidente, o de protección antifascista, como lo llamaba el gobierno de la República Democrática Alemana (RDA) fue posiblemente el símbolo más conocido de la división del país, que luego de su reunificación se ha convertido en el motor económico europeo.
Tras la II Guerra Mundial, Alemania y su capital, Berlín, quedaron divididas en cuatro zonas contraladas cada una por una de las potencias ganadoras de la contienda: la URSS, Reino Unido, Francia y Estados Unidos.
Más tarde, las potencias occidentales decidieron integrar sus respectivas zonas, y en 1949 nació, en el oeste, la República Federal de Alemania, mientras que en el este surgió la RDA, que más tarde iniciaría la construcción de un Muro en Berlín que dividió la ciudad en dos.
Pero hoy, exactamente 30 años después de su caída, el impacto económico y social dejado por la división del país se subestima por completo.
Y muchos alemanes sienten todavía la presencia de un muro invisible que según ellos, aún divide al país.
Video histórico sobre el Muro de Berlín: