El pasado martes se cumplieron 300 días del inicio de los bombardeos de Rusia contra Ucrania. Y analistas insisten que el presidente ruso Vladímir Putin pensó en una acción rápida como en Crimea en 2014. Pero la operación militar contra Ucrania comenzó el 24 de febrero pasado y todavía misiles rusos surcan el cielo de Kiev.
Y mientras el presidente ucraniano Volodímir Zelenski volaba el miércoles a reunirse con el mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, -el cual le dio su acogida, le prometió mantener la ayuda militar e enviarle el sistema antimisiles Patriot- Putin prometía continuar los bombardeos. ¿En verdad pensó el líder del Kremlin en aplastar rápidamente a Ucrania? Si esa fue su carta tendrá que revisar su juego.
Su primer golpe al aire ocurrió cuando llamó a los militares ucranianos a deponer a Zelenski y no hubo ningún fruto. En septiembre se vio obligado a recurrir a 300 mil reservistas, paso visto como debilidad. Y al llegar a los 300 días de fuego contra Ucrania se le ha hecho difícil controlar totalmente zonas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Ahora todo luce turbio, y al parecer, Putin espera que un fuerte invierno sume más muertes y desolación que la lograda por sus misiles y soldadesca.
Vietnan, Irak, Libia, Afganistán, Siria, Palestina, Yugoslavia –por citar algunos- han sido territorios destrozados a bombazos por grandes potencias que disfrazan la sangre y las muertes en bellos discursos y juegos de palabras. Ucrania no ha sido la excepción y, para el Kremlin, Ucrania está siendo “salvada” en cada lluvia de misiles rusos.