No sabemos aun lo que permanecerá de la Trigésima primera Bienal de Artes Visuales en el Museo de Arte Moderno. De hecho, no se sabe en ninguna bienal, cuando, por ejemplo, instalaciones premiadas desaparecen como tales, reducidas a una funda de alambres o totalmente eliminadas.
Ahora bien, esta edición de la Bienal es distinta, si no única, ya que se llegó a pedir que el premio más discutido, considerado escultura y atribuido a una palma real, se saque del Museo… o se trasplante en el exterior.
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Perdura el incógnito… mientras tanto la planta crece, organismo vivo, inocente y ajeno, tanto a sus honores como a los cuestionamientos que provoca. Sucede pues que esta “manzana de la discordia” -aquí una palmita- ha borrado prácticamente los demás elementos del evento cimero del arte dominicano.
No hemos olvidado que, dedicada a Elsa Núñez, se llegó a considerar que ese homenaje era el atractivo mayúsculo, opacado muy efímeramente por la Silla de Iván Tovar, y que la magistral “obra abstracta” de Elsa, introducía a logros y sorpresas del mayor concurso de arte -en el caso nuestro- y exposición nacional. No se habla más de este privilegio pictórico. Felizmente, el público se complace visitando la sala –única- que hospeda cuadros incomparables.
Palabra
Lamentamos el cuasi silencio que rodea a nuestras Bienales con excepción de algunas crónicas noticiosas y artículos críticos. Juzgamos insuficiente la atención que se le presta, y la indiferencia internacional.
La coyuntura y conjetura ha cambiado ahora sensiblemente… Hemos mencionado ya que han escrito y publicado, al menos digitalmente, textos notables, ilustrando el ámbito cultural necesitado acerca de corrientes casi desconocidas en nuestra práctica, mientras otras voces han protestado.
En el exterior, esta distinción insólita también ha motivado reacciones, y si se hubiera anulado el Premio -no va a suceder-, pobre de nosotros… con un arte dominicano tan ignorado.
David Pérez Karmadavis, el artista premiado de “Si se saca de raíz, vuelve a crecer” tiene reputación en el exterior e innegables experimentaciones, motivadoras de un aprecio y pertenencia al arte contemporáneo.
Predomina en su obra una forma de discurso, una propuesta ideológica y social. Ahora bien, su texto hubiera podido ser más histórico aun, complejo y explícita. Parece más interesado en seducir al jurado… que en desarrollar el concepto. Por cierto, la sede de nuestro Ministerio de Cultura albergaba, durante la dictadura de Trujillo, el Partido Dominicano cuyo carnet obligatorio de membresía llevaba la palmita. ¡Por suerte, los tiempos cambian!
Borrado el mérito técnico y la pieza realizada por el artista, en el arte conceptual prima la idea, así en la obra premiada como escultura. La palma real no es perecedera -objeción del reglamento-, menos que varios materiales corrientes y “manipulados”, si se le cuida y ojalá trasplante. ¡Que David Pérez Karmadavis venga…. nos hable de su obra, de su trabajo, de sus convicciones! Mientras tanto, la palabra “ajena”… se ha apoderado de la palma y del tema, Pero el entusiasmo, hasta negativo, vale y sacude a todos: la visita es inevitable, y el Museo de Arte Moderno mantiene una asistencia constante.
Visita y visión
Son más de 200 obras seleccionadas. Una sola visita no basta, recomendamos dos o tres, que permiten recorrer tres pisos y observar piezas de todos tamaños, hasta muy pequeñas, predominando la pintura. ¡Que bueno!
La museografía es muy correcta. El parentezco dimensional y matérico permitía pocas audacias y fantasías en la colocación. Tal vez la única escenografía sea aquella obligada de la palma en el centro del Patio Español.
Las obras seleccionadas están dispuestas en tres pisos -sótano, primero, segundo-, reservando la tercera planta para obras de la colección permanente. El sótano nos parece más interesante, respecto a las obras y su ubicación, el piso a nivel de la calle, con pocas obras, sobresale por la exposición invitada de Elsa Núñez. El segundo piso, de superficie inmensa y con múltiples recovecos, no favorece una visita minuciosa y detenida, sin embargo necesaria.
Con excepción del sótano que exhibe varias obras espectaculares – no premiadas-, los sucesivos espacios no estimulan, salvo excepciones como la magnífica instalación de Soraya Abu Nabaa, una mirada individual que se prolonga.
Pueden pasar pronto de una pintura a otra -sobre todo-, sintiendo satisfacción el contemplador por la alta calidad técnica, reiterada, pero a veces lamentando una cierta complacencia o indiferencia ideológica.
Elogiamos la selección plurigeneracional, con una frecuencia de artistas jóvenes -para ellos, el acceso a la Bienal es un gran paso hacia su porvenir.
Faltan aquí, a la diferencia de otras bienales, contenidos críticos y compromisos con los males de la sociedad, la violencia múltiple y frecuente, los abusos contra mujeres y débiles, la degradación de la naturaleza, y otras anomalías, que un artista no trata a modo de panfleto, sino metaforiza… Notamos la casi ausencia de la horrenda tragedia del Jet Set, y la formidable fotografía de Mayra Johnson – Holocausto del 8 de abril – fascina y conmueve al mismo tiempo.
Coda
En nuestro próximo artículo, comentaremos las obras premiadas -con excepción de la Palma, ya muy analizada-, y también “nuestros” Premios, que deberían formar parte de la colección del Museo de Arte Moderno (continuará).