4 DE AGOSTO DE 1946
El día en que República Dominicana fue sacudida por un intenso terremoto

4 DE AGOSTO DE 1946 <BR><STRONG>El día en que República Dominicana fue sacudida por un intenso terremoto</STRONG>

POR ÁNGELA PEÑA
Por primera vez, en sesenta años, se va a publicar un libro que recoge cuanto aconteció el cuatro de agosto de 1946 y meses siguientes, cuando un terremoto de considerable magnitud sacudió la República Dominicana arrasando poblados, destruyendo edificaciones y casas, causando pérdidas de bienes y de vidas aún no calculadas.

El ingeniero sismorresistente Leonardo Reyes Madera, autor del novedoso libro, reunió prácticamente toda la documentación existente en torno al desastre, localizó fotografías, recogió testimonios y experiencias de sobrevivientes, sobre todo de los que vivieron el hecho  en las zonas donde el aterrador sacudimiento azotó con más fuerza.

“Todos hablamos del terremoto de 1946, unos para meter miedo, otros como referencia, algunos para poner de manifiesto los daños que causó, las muertes que produjo, pero nadie, hasta el momento, tiene la documentación. Saben lo que pasó porque existen evidencias pero ignoran lo que tiene el país en torno a ese lamentable suceso”, explicó el profesional.

Manifestó que aunque se ha publicado un considerable número de artículos desde entonces –que él reproduce también en este libro- no se cuenta con un acopio de material informativo que defina las causas y consecuencias de ese sismo atronador que mantuvo en vilo a los dominicanos pues los temblores se sucedieron, “pasando de dos mil después del principal y tres de ellos fueron tan grandes como el primero. Estamos hablando de un terremoto de magnitud 8.1, el más grande del siglo pasado”.

La obra, que circulará el próximo mes en un seminario que se celebrará en Santiago, contiene lo ocurrido desde el 4 de agosto de 1946 hasta el 4 de ese mismo mes de 1947 “unido al estado de arte de lo que es la ingeniería sismorresistente hoy”.

“Siendo yo una de las personas que más charlas ha ofrecido en los diferentes pueblos  motivando a la gente y diciéndole cómo hay que hacer las cosas en un país donde puede temblar la tierra, me propuse ver qué encontraba sobre aquel trágico hecho y me di cuenta de que en el Archivo General de la Nación están todos los periódicos de la época. Este libro recoge lo que se publicó en aquel momento y va a servir de base para poder comparar con lo que estamos haciendo, comprobar cómo ha ido evolucionando la ingeniería sismorresistente hasta la fecha”, significó Reyes Madera.

La idea, agregó, es revisar “qué ha pasado desde el 1946 al 1979 cuando surgieron las primeras recomendaciones provisionales para análisis sísmicos de estructuras y qué ha ocurrido desde 1979 al 2006 cuando se ha revisado ese reglamento. Próximamente se dará a la luz pública uno nuevo que tiene que ver con las cargas sísmicas, se está revisando actualmente en Obras Públicas, donde se actualiza lo que se escribió en 1979”.

Pero el volumen enfoca, además, la visión de los profesionales de la época y cómo esta óptica evolucionó “hasta 1970 que llega el terremoto de San Fernando y es cuando realmente Estados Unidos le da importancia a la investigación sobre los terremotos. O sea, que si nos ponemos a ver, son prácticamente 36 años que tiene la humanidad poniendo atención a las edificaciones por los colapsos que se han presentado en grandes terremotos del mundo”, dijo Reyes Madera.

En el caso de la República Dominicana y el sismo de 1946, añadió, “éste causó daños en las vías férreas, en los locales del Partido Dominicano, en propiedades privadas, en las líneas de los ferrocarriles que  quedaron casi incomunicados, la tierra se agrietó, los ríos se detuvieron o pararon su curso, muchos surgieron y otros desaparecieron, aparte de lo que llamaban maremoto o ras de mar, en aquella época, que todavía se usa el término pero que es más bien conocido como tsunami. Fue una de las causas que mayor mortandad produjo porque, sencillamente, cuando el mar se retiró, hubo gente que empezó a cruzar para recoger peces y objetos y al éste regresar, arrasó. No le logrado todavía establecer cuantas personas murieron porque hubo muchas que se identificaron, pero otras no. Este libro es también una forma de reconocer a todas esa gente que sucumbió”.

El libro

Al acontecer de cada día,  el ingeniero Leonardo Reyes Madera incluye comentarios sobre lo ocurrido. Hay una recopilación por cada una de las ciudades del país. Analizó los daños, las medidas tomadas para prever que no hubiera escasez de alimentos, la distribución de las ayudas, las visitas de expertos internacionales como el reverendo Joseph Lynch, el control de las donaciones y el estado de conocimiento de los profesionales de ese tiempo.”Luego paso a la evolución hasta llegar al primer ingeniero dominicano que salió fuera del país a raíz de la visita del padre Lynch, y la creación del Instituto Sismológico Universitario. Indago qué pasó con los registros que se hicieron porque aquí siguió temblando la tierra, qué ha pasado con eso, cuál es el enfoque que se entendió se le debía dar y cuál fue el aporte científico de ese material”.

Después viene la parte de lo que se ha realizado respecto a esos fenómenos en el último decenio, “o sea, 1980-1990, cuando se creó la Sociedad Dominicana de Sismología e Ingeniería Sísmica y repaso el primer reglamento sísmico de edificaciones de 1979, que es el reglamento para el análisis sísmico de las estructuras”.

Un capítulo conmovedor del libro preparado por el ingeniero Reyes Madera es el de las vivencias del terremoto en Samaná, Sánchez, San Francisco de Macorís, Nagua, Matanzas y Moca, narradas por Isis Rojas de Peña, Manuel de Jesús Silva Balcácer (Manolín), Lucila María Dócil, Rosa Alvarado, Ramona Victoria Hilario y Artagnan Pérez Méndez. Ellos eran adolescentes entonces y tienen grabados en sus memorias lúcidas la sorpresa del primer temblor, las repetidas sacudidas, torres desplomándose, los relojes y las glorietas de los parques cayendo, los muros y el suelo agrietado,  los rieles del ferrocarril rotos, las exclamaciones histéricas del pueblo pidiendo misericordia, acciones de médicos y otros profesionales para calmarlos, los traslados a sitios considerados seguros, las promesas, procesiones y amigos y familiares que se perdieron por las construcciones caídas o el mar que retornaba. Las historias de los antiguos moradores de la desaparecida Matanzas son tan impactantes como las remembranzas de los largos trayectos recorridos desde Sánchez y Samaná a San Francisco de Macorís y las reafirmaciones de sacerdotes  declarando en sus oficios religiosos que la catástrofe fue un castigo de Dios.

“Esto pasa de ser un cuento…”

Al ingeniero Leonardo Reyes Madera, su profunda investigación le ha dejado una “lección interesante”, según confiesa: “Que esto pasa de ser un cuento a ser una realidad histórica, muchos decían que e hizo poco o nada, sin embargo, con estas pruebas concluyo en que subestimábamos lo realizado. Todas las medidas que se tomaron fueron atinadas. A mí, que no había nacido entonces, me sorprendieron las precauciones para ayudar, coordinar, organizar la clase de ingenieros, calmar y restaurar. Oía hablar del terremoto del 46 pero no tenía información escrita sobre ese evento, y ya voy a cumplir 30 años de graduado. Hubo un operativo espontáneo de ayuda a nivel nacional e internacional”.

De hecho, señala, “en la época se cambió la legislación de construcción, o sea, se penalizó. De ahí surgieron los elementos  de concreto armado, pero la legislación sobre la construcción cambió automáticamente, se limitó el número de pisos a subir, se comenzaron a restringir los bastones, es decir, hubo un impacto: se revisó lo que se estaba haciendo a manera de construcción y se promulgó una ley para ese tipo de control”, refirió.

-¿Qué situación provocó el terremoto de 1946?-, se le pregunta. “Existe un contacto de placas, la placa del Caribe con la placa del Atlántico. La placa del Atlántico fue penetrando por debajo del Caribe y generó una fosa, conocida hoy como Milwaukee pero antes se llamaba Trinchera de Puerto Rico, que tiene diez kilómetros de profundidad, ese sismo se generó ahí”. Llegó a estas latitudes, indica, “porque estaba a 60 kilómetros al noreste de Samaná, fue ahí mismo, entonces, al provocarse esa ruptura en el fondo oceánico, se generó como un vacío, que fue lo que provocó el tsunami: el mar se retiró, pero cuando las aguas volvieron a su curso, vinieron con todo ese impulso, y esa masa de agua se introdujo en la tierra”.

Leonardo Reyes Madera considera que “quien produce los terremotos, que es la Madre Tierra, quiere mostrarnos  una forma que pueda agredir nuestras edificaciones, pero es para enseñarnos a que las hagamos bien. Me animé a escribir este libro porque si cada cien años, más o menos, es que se produce ese evento, han pasado 60, es decir, nos quedan 40 años para retomar el tema y decir: vamos a revisar lo que hemos hecho, te estoy provocando, no lo veas como una desgracia sino como una oportunidad para que te prepares a diseñar edificaciones que sean capaces de resistir el terremoto”.

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