¿40 años más?

¿40 años más?

TEOFILO QUICO TABAR
Si usted se pone a pensar serenamente lo que ha sido el resultado de los años de vida democrática de la nación y lo hace despojado de cualquier aspecto personal o político que le pudiera dar cierta matización a la forma de analizar, puede llegar a la conclusión de que, ciertamente hemos logrado determinadas libertades y desarrollo, no a bajo costo, pero en cuanto al funcionamiento de las cosas, lamentablemente casi todo ha sido un fracaso.

La institucionalidad a media y los servicios un caos.  En materia de salud, los hospitales y clínicas públicas en todo el país son un desastre. Aún los más prestigiosos centros privados (lo de prestigioso conectado a su costo) padecen de muchísimas deficiencias, probablemente como consecuencia de lo demás. La educación es otro problema que debería llenarnos de preocupación y rubor a todos.

Salvo algunos centros privados, que producto de la deficiencia pública y el encarecimiento de todo, colocan a muchos padres en situaciones difíciles para poder enviar a sus hijos a uno de ellos, la mayoría no son dignos de encomio.

La electricidad, además de la más cara y abusiva, es un problema que al parecer no tiene otro fin, que no sea el empobrecimiento de los consumidores y el enriquecimiento de los productores e intermediarios, el gobierno entre ellos.

El agua potable en un país que se dice que va pa’lante y progresa, no existe. Y para una parte importante de la población no existe agua potable ni de ninguna especie, convirtiéndose en uno de los negocios más lucrativos.

Los servicios sanitarios son un desastre. Solo en el área de la Capital y sus alrededores deben existir cientos de miles de hogares sin ese servicio, incluyendo escuelas y hospitales que entrar en uno da vergüenza.

El transporte tampoco funciona y se proyecta cada vez peor, sin saber si el Metro será la tapa al pomo. El tránsito es un caos que saca a cualquiera de sus casillas, incluyendo algunas incursiones de Amet, que a veces lo complican más. Y si a algún funcionario de mediana categoría en adelante se le ocurre pasar por algún lugar, lo paralizan todo.

La seguridad pública, que debería ocupar la atención primaria del gobierno y la sociedad, ya ni es pública ni segura, pues la mayoría se la busca de manera privada, sin que ello represente garantía alguna.

La administración pública, a pesar de algunos esfuerzos, continúa bajo el criterio de los funcionarios de turno, muchos de los cuales no tienen criterio de nada.

El servicio exterior, a pesar de algunas muestras elegantes, continúa siendo una especie de «acomodo político de colaboradores», con muchísimas lagunas que en vez de izar la bandera, la colocan a media asta.

Los ayuntamientos dependen de los vaivenes políticos y de los antojos o resabios de los gobiernos, manteniéndose como chivos sin ley, haciendo lo que les venga en ganas.

Los consumidores no tienen garantía de la calidad de lo que compran, ni tampoco si guardan relación con su precio y contenido. Y sin nadie que los defienda.

Los partidos casi iguales o peor que en su comienzo. La Junta Central Electoral necesitando de muletas. La justicia dando pininos de independencia. El Congreso cojeando de las dos piernas. La titulación catastral casi siempre en dudas. Los derechos ciudadanos son una ilusión. El gobierno por un lado y el país por otro.

En nuestra nación, que se puso pantalones largos en materia de gobiernos por la vía democrática hace más de 40 años, las únicas cosas públicas que han funcionado de manera efectiva son: la politiquería, el tráfico de influencias, la corrupción, el macuteo, la intriga, el transfuguismo, los negocios y las bellaquerías.

Lamentablemente aquí no funciona bien casi nada. Como una concesión se pudiera decir que funcionan relativamente bien algunas cosas privadas, cuyos costos superan los de países desarrollados o que funciona en parte y para un pequeño grupo, pero para lo que se llama país, arreglar las cosas continúa siendo objetivos a lograr y temas de campaña. Ojalá no haya que esperar 40 años más.

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