42 años de aquel día 24

42 años de aquel día 24

POR  JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Enseguida comienzo a tratar de aclarar lo atinente al título que he usado. Pues bien, significar quiero que cuarenta y dos años han transcurrido, desde el día 24 de abril de 1965. En esa memorable fecha sonaron, aldabonazos y gritos que fueron las respuestas que las masas pueblerinas les dieron rotundamente a los culpables del feroz asalto que el 25 de septiembre del 1963, los golpistas del error y del horror le asestaron a un progresista gobierno legalmente constituido.

Sin protagonismo alguno, pero con auténtico realismo, quiero yo evocar lo que ocurrió en mi entorno el día 24 de abril de 1965. Día ese, en que se rompió la cuerda principal de la lira maldita, en que póngidos y prosimios se empeñaban en malentonar la baraúnda infame del terror y del miedo.

En puridad de verdad.. No sé, si estoy escribiendo un artículo, o si acaso, estoy pergeñando una misiva, o que soñando con el gran Diderot, estoy realizando la imitación de una «carta sobre los sordomudos, para uso de los que oyen y hablan».

Para la trágica fecha que ahora con angustia evoco, vivía yo en la calle Francisco Henríquez y Carvajal número 284 altos. Ese día turbio, ese día triste, tenía un sabatino sancocho, claro está acompañado de unos tragos.

Mis contetulios eran la bella dama Nina Azcona, de San José de Las Matas, los coroneles José Mauricio Fernández y Emilio Fernández (Milito). Estando también presentes los choferes de los mencionados coroneles: El sargento Humberto Peña Gómez y el cabo Rafael Fernández y Fernández.

Cuando terminamos de «adjudicarnos» estomacalmente el sancocho, encendí la radio y puse el programa «Tribuna Democrática». Escuchando de inmediato la voz estentórea de José Francisco Peña Gómez, que informaba lo siguiente: «El había recibido una llamada telefónica del capitán Mario Peña Taveras, que le informó que en el «Campamento 16 de Agosto» acababa de ser reducido a prisión el jefe de estado mayor del Ejército Nacional, general Marcos Rivera Cuesta».

Frente a esta alarmante noticia, el coronel Emilio Fernández (Milito) se fue para su oficina del Palacio Nacional y el coronel José Mauricio Fernández tomó el camino del «Campamento Duarte» donde estaba destacado. Eso era en el kilómetro seis y medio de la carretera Duarte.

En mi casa se quedó solamente Nina Azcona, que residía en la misma calle Francisco Henríquez y Carvajal.

Tuve el presentimiento de que en algo me vería involucrado y me vestí de blanco. De punta en blanco, con saco y con corbata.

Avanzó el tiempo y sorpresivamente recibí la visita de los compañeros de Radio Santo Domingo Televisión Jaime López Brache y Pedro Muñoz Batista, quienes me informaron que la radiotelevisora estatal, donde los tres laborábamos, iba a ser ocupada o asaltada por civiles y militares, prestos y dispuestos a apoyar a los rebeldes del «Campamento 16 de Agosto».

Los tres acordamos de mancomún, sumarnos al grupo que ocuparía o asaltaría, la radiotelevisora gubernamental.

Nos instalamos en la casa amiga de «Pupilo y Filomena», en la esquina de la Barahona con Tejada Florentino. Y cuando llegó el grupo de civiles y militares, salimos a unirnos con los asaltantes. Con el grupo llegaron los locutores Luis Acosta Tejada, Luis Armando Asunción y Mario Báez Asunción. El amigo don Mario Báez Asunción está vivo y testimonio puede dar de lo que estoy remembrando.

Porque cosa cierta es ésta: López Brache, Muñoz Batista y un servidor, nos unimos a los que llegaron. Y de cierto pregono que en apoyo de los rebeldes, realizamos esa tarde a todas luces una transmisión tumultuosa. Y fue que todo el mundo, todo el vivo quería hablar, para manifestar su apoyo a los rebeldes y su más tajante rechazo al Triunvirato que algunos llamaban «Triunviriato». Y para acallar y silenciar la emisora que había puesto al pueblo al lado de «los constitucionalistas» llegó con tanques y soldados el entonces coronel José de Jesús Morillo López. El coronel Morillo López pensó en Clío la musa de la historia. Nos detuvo y nos mandó para el Palacio de la Policía y al otro día salimos sanos y salvos. Porque de lo contrario nos hubiéramos encontrado frente a frente con «Gog y Magog» dos peligrosas deidades entonces al servicio del (BI – TI – KEI).

Finalmente y como nota aclaratoria: En el Norte «mirífico y fecundo» Bi – Ti – Kei quería decir: Amarrar, torturar y matar.

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