50 años del Apolo XI

50 años del Apolo XI

ESPAÑA-LUNA -ANIVERSARIO:MD58 MADRID, 16/07/09.- Los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Michael Collins y Edwin Aldrin (i a d), tripulantes del "Apolo 11", cohete que los transportó hacia la Luna, un viaje del que el próximo 20 de julio se cumple el 40 aniversario. Armstrong fue el primero en dar ese "pequeño paso para el hombre, gran paso para la humanidad" sobre la Luna, en uno de los momentos culminantes de la carrera espacial que comenzó en 1957 con la puesta en órbita del Sputnik. EFE

Para Aldrin, ente competitivo por formación profesional militar, siempre fue una losa ser recordado como “el segundo” hombre que pisó nuestro satélite.
La falta de capacidad de “Buzz” para asimilar su regreso a la Tierra, la desatención psicológica del Gobierno de los Estados Unidos y unos antecedentes familiares truculentos provocaron en este astronauta su hundimiento en un alcoholismo depresivo que destrozó su matrimonio, su economía y su salud. Él había dejado su huella en la Luna y la Luna había dejado huella en él.
Su madre, cuyo nombre era curiosamente Marion Moon (“Luna”), se había suicidado en 1968. Su abuelo también se había suicidado años atrás y Aldrin siempre asumió su depresión como una herencia genética inevitable.
Regresó a la Tierra como quien despierta de un sueño para volver a la realidad. Solo fue capaz de asimilar su “vieja nueva vida” recurriendo al alcohol, lo que le sumió en continuos episodios depresivos.
En la década de los años 70, tras volver a la Fuerzas Aérea de los EE. UU y formar parte de varios proyectos de investigación aeroespacial, trató de mantener su economía vendiendo automóviles Cadillacs en Beverly Hills. Se divorció de su primera esposa después de casi 20 años de matrimonio, y recurrió al alcohol cada vez que las cosas no iban como esperaba.
Durante esa década se materializaron las consecuencias de sus excesos: las organizaciones para las que trabajaba como consultor dejaron de confiar en él, rompió con su segunda esposa, tuvo un accidente de automóvil y fue arrestado por conducir ebrio.
“Regresar a la Tierra fue demasiado estimulante. Era una especie de celebridad sobre un pedestal”, declaró a en una entrevista a la revista “Time”.
Finalmente, decidió enfrentarse a su depresión, su alcoholismo y sus traumas recurriendo a un equipo de psiquiatras que le ayudaron a poner los pies en la Tierra de forma definitiva.
En las reuniones de Alcohólicos Anónimos se concienció de que no todo le iba salir bien en la vida. No era un héroe como le habían hecho creer tras su aventura en el Apolo XI, sino un ser humano con los mismos problemas que sus compañeros de adicción.
Dejó de beber definitivamente en 1978, y su vida se estabilizó. Se volvió casar y comenzó a desarrollar varios proyectos aeroespaciales con el fin de alentar a los gobiernos y a la NASA a no abandonar la investigación espacial y seguir viajando a la Luna y a Marte.
Con este propósito ideó el proyecto Aldrin Cycler, una nave con capacidad para 50 astronautas que funcionaría como transporte periódico entre la Tierra y Marte, pero la NASA nunca llegó a concretar la idea de Aldrin.
Su último episodio escabroso tuvo que ver con la extendida creencia de que la misión Apolo XI fue todo un montaje. En 2002, el cineasta Bart Sibrel, conocido defensor y promulgador de esta hipótesis, se acercó inquisitivamente a Aldrin en un hotel para instarle a reconocer la teoría del montaje.
Tras aguantar estoico ante las insistentes preguntas de Sibrel, el astronauta se terminó hartando y le propinó un puñetazo en la mandíbula, zanjando así el escabroso encuentro.
Michael Collins: el paradigma de la impotencia ajena. La vida de Michael Collins, piloto de la misión Apolo XI, podría definirse como la antítesis de Aldrin.
Recordado como el hombre que se quedó pululando por la órbita lunar mientras sus compañeros completaban uno de los mayores hitos de la historia de la humanidad, muchos lo habrían asimilado con impotencia, como “nadar para morir en la orilla”.
Sin embargo, Collins siempre se sintió afortunado por su proeza, siempre valoró su función en la misión y lo que hizo y nunca le atormentó lo que dejó de hacer. En una entrevista concedida al diario argentino “La Nación” comentó algunos años después: “Siempre me consideré afortunado, alguien a quien le dieron la oportunidad justa en el momento justo. Había treinta astronautas esperando ocupar mi asiento pero me eligieron a mí ¿Crees que además necesito caminar sobre la Luna para sentirme feliz?”.
La vida de Collins tras la misión nada tiene que ver con la intensa historia de Aldrin, más bien fue todo lo normal que puede ser una vida después de haber estado a más de 300 000 kilómetros de la Tierra.
El piloto del Columbia se mantuvo alejado de los focos y, a pesar de su relevancia histórica, siempre llevó una vida discreta. A diferencia de sus dos compañeros de expedición, que terminaron divorciándose, Collins sigue casado con su mujer, Patricia, con quien se casó en 1958 y con la que tuvo tres hijos.
Su figura, y el hecho de haber estado solo en la nave Columbia mientras sus compañeros paseaban por la Luna durante 21 horas y 31 minutos, no ha pasado inadvertida en el mundo de la música. Varios grupos han recurrido a Collins durante las últimas décadas para personificar cierto sentimiento de impotencia y soledad.
En 1970 el grupo de rock inglés Jethro Tull lanzó en el disco “Benefit” que incluía la canción “For Michael Collins, Jeffrey and Me”, en la que el cantante Ian Anderson comparaba sus sentimientos de inadaptación y los del bajista de la banda Jeffrey Hammond, con los que entendía que tuvo que sufrir Michael Collins durante el alunizaje de sus compañeros.

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