POR ARTURO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ
Los profesionales del Derecho han servido de riquísimo material a los novelistas y  guionistas de cine. Son innumerables las películas que se han centrado en un letrado o en un juicio. Algunas de ellas han trascendido de tal manera que hoy se consideran clásicos del Séptimo Arte.

Pensamos, por ejemplo, en “Testigo de cargo” ,que dirigiera Billy Wilder basándose en Agatha Christie y que contara con la sobresaliente actuación de un Charles Laughton capaz de opacar a todo el que se le pusiera por delante, aunque se llamara Tyrone Power.

“Heredarás el viento”  es otra de esas películas sobre abogados y juicios a la que le tenemos un cariño especial.

Recogía aquel caso real acontecido en un pueblo de Estados Unidos donde se quería prohibir que se enseñara en las escuelas la tesis evolucionista de Darwin.

Las actuaciones resultaban  un auténtico duelo de titanes.

Por un lado Spencer Tracy, por el otro Fredric March y en el medio de ambos un Gene Nelly que no tenía que bailar, pero que se esforzaba para estar a la altura de estos gigantes y conseguía su propósito.

“Erin Brockovich”, de época mucho más reciente, es otra de esas películas que denuncia una injusticia, una barbaridad cometida por esas empresas capitalistas a las que sólo les interesa ganar dinero y que, basándose en un hecho real, ofrecen la oportunidad de lucirse a sus intérpretes.

Albert Finney estaba excelente, pero fue Julia Roberts, en el mejor papel de su carrera, la que se llevó el Oscar a casa.

A veces, en estos tribunales de ficción, se enfrentan personas unidas por vínculos afectivos muy íntimos.

En “Madame X”, la madre estaba en el banquillo de los acusados y el hijo en la barra de los letrados.

En “Mucho más que un crimen” (“The music box”),  la hija de un ex nazi, interpretada por Jessica Lange, debe asumir su defensa dando como resultado un film de momentos de gran tensión dramática.

En “Class action”, padre (Gene Hackman) e hija (Mary Elizabeth Mastrantonio) se enfrentan en los tribunales, uno asumiendo la defensa de una compañía automovilística y la otra, la acusación.

Las películas sobre juicios y abogados pueden pertenecer a todos los géneros posibles, desde el drama a la comedia, desde el “suspense” al filme de denuncia.

“Mi primo Vinny”, por ejemplo, es una comedia que se desarrolla en los estrados, mientras que algunos filmes de Hitchcock al estilo “Yo confieso”, “El hombre equivocado” o “El proceso Paradine”, entran en la categoría de “suspenses”.

“Michael Clayton”, la película que se estrena esta semana, se incluye en el renglón de filmes que utilizan el mundo jurídico como base para denunciar a las grandes corporaciones que, de una manera u otra, se empeñan en ayudar a destruir al mundo.

ASESINOS

Son asesinos en serie y, a la vez, las películas que cuentan sus terroríficas andanzas también se han convertido en series, de tantas y tantas secuelas de las que son objeto.

Si Norman Bates y Hannibal Lecter son los asesinos más famosos del celuloide, aunque protesten otros como Mr. Hyde, no es menos cierto que en las últimas décadas hay otros que les han rondado en popularidad, aunque no en calidad.

En este segundo grupo pudiéramos destacar a un Freddy Krueger con sus uñas y sus jerseys provocando todo tipo de “pesadillas” y al Jason de la serie de “Viernes 13”.

MICHAEL CLAYTON

(Título original: Michael Clayton, Dir: Tony Gilroy, Int: George Clooney, Tom Wilkinson, Michael O’Keefe, Tilda Swinton, Sydney Pollack, Wai Chan, Alberto Vázquez)

Una de esas películas que tienen cierto olor a Oscar. Si Clooney está muy bien, la Swinton pudiera casi asegurar su nominación como secundaria. Compleja, difícil de seguir si usted se distrae por un segundo, pero apasionante y denunciante, “Clayton” es una de esas raras cintas que Hollywood produce para un público adulto y pensante. Ideal para apasionados de los temas jurídicos y para los que gustan de tramas laberínticas que funcionan como una jugada de ajedrez.

Calificación: 5 (Excelente)