7 DÍAS DE CINE
Disfraces y desapariciones

7 DÍAS DE CINE<BR>Disfraces y desapariciones

POR ARTURO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ
DISFRACES

Un actor siempre desea escapar de su propia personalidad y convertirse en otro, vivir otras vidas hasta la del “pirata cojo” de Joaquín Sabina. Un actor, un verdadero actor, debe de ser versátil y no asumir siempre, en la ficción, una sola personalidad.

Un intérprete debe cambiar de físico tan radicalmente que el espectador no le reconozca en la pantalla.

Un actor debe, además, ser capaz de hablar con todo tipo de acentos y convencernos de que no está fingiendo.

Un actor, cuando se disfraza para un determinado papel, debe de actuar por encima del disfraz y no darle todo los méritos al departamento de vestuario o de maquillaje.

Una nariz postiza no fue lo que hizo que José Ferrer se llevara el Oscar por “Cyrano de Bergerac” ni tampoco lo que le confiriera un premio similar a la Nicole Kidman de “Las horas”.

John Hurt en “El hombre elefante” hizo algo más que soportar capas y capas de látex sobre su cuerpo.

Charlize Theron se arriesgó a aparecer fea en “Monster”, pero no sólo dejó a un lado su belleza, sino que actuó como nunca lo había hecho en su filmografía.

Los actores no pueden resistir los retos y las tentaciones. Hay algo por encima de ellos que les empuja a buscar papeles cada vez más complicados y difíciles.

A los actores, por ejemplo, les gusta aparecer en el celuloide vestidos de mujer. Y esto es así aunque sean los más machos del mundo.

La tradición no es de ahora. Habría que buscarla en el teatro más antiguo del mundo.

Habría que recordar los dramas isabelinos, lo que se nos contaba en películas como “Shakespeare in love”.

Habría que pensar en el teatro de oriente, en la “M. Butterfly” de Cronemberg.

Pero estamos en cine. Y en el cine, ahora, esta semana Martin Lawrence se viste de nuevo de mujer para encarnar a la “big momma” en “Esta abuela es un peligro 2”.

Como ustedes comprenderán, no tenemos la menor gana de enfrentarnos a esta película, pero el deber nos llama.

Al menos, las características especiales de su historia, nos permiten escribir estas líneas.

Vamos a hacer memoria y a acordarnos de una serie de actores vestidos de mujer por exigencias de un guión determinado.

La primera imagen que nos viene a la memoria es la de Tony Curtis y Jack Lemmon corriendo con sus tacones altos, con sus sombreritos años veinte, con sus falditas de charlestón, por los andenes de la estación antes de tomar el tren y convertirse en parte integrante de la orquesta de señoritas más extravagante de todos los tiempos, la del clásico de Billy Wilder “Una Eva y dos Adanes” (Some like it hot).

Después recordamos a José Luis López Vázquez en aquella cinta insólita en la época franquista en que fuera realizada “Mi querida señorita”, donde el actor era una mujer que se cambiaba de sexo.

Cary Grant se veía de lo más mono vestido(a) de sargenta en “I was a male war bride”, excelente comedia dirigida por el inefable Howard Hawks.

Ni que decir de “Las jaulas de las locas” en sus dos versiones, la francesa y la norteamericana aunque, para recordar algo realmente inaudito, ahí tenemos a Gene Hackman luciendo como una auténtica “doña”.

En “Reyes o reinas”, que resultaba ser una especie de versión norteamericana de “Priscilla, reina del desierto” (donde Terence Stamp,junto a Guy Pierce eran “travestis”) nos quedábamos boquiabiertos cuando Wesley Snipes, John Leguizamo y Patrick Swayze aparecían maquillados, con pelucas y vestidos de lentejuelas para hacer su “show” sobre un escenario.

Ataviados como auténticas señoras han lucido en el cine estrellas como Robert Mitchum (Girl Rush), Jeff Bridges (Thunderbolt and Lightfoot), Alec Guiness (Kind hearts and coronets), José Sacristán (Un hombre llamado Flor de Otoño), Dustin Hoffman (Tootsie) y muchísimos otros.

Ahora nos toca ver a Martin Lawrence y talvez ustedes se rían con sus ocurrencias y sus chistes de mal gusto.

Nosotros lo más probable es que no compartamos sus carcajadas.

DESAPARICIONES

Todos los amantes del cine de Alfred Hitchcock recordarán sin la menor duda aquella película titulada “The lady vanishes” (en España era “Alarma en el expreso”), donde una señora mayor desaparecía misteriosamente durante un viaje en tren.

Este argumento, genialmente desarrollado por el “mago del suspense” ha sido reciclado una y otra vez. Ahora lo es de nuevo en “Plan de vuelo” (Flightplan) una película que protagoniza Jodie Foster a la que parecen irle bien los roles de madre desesperada (recuérdenla en “The panic room”) y muy mal los de romántica enamorada (piensen en “Ana y el rey”).

El estreno de este filme, un tanto tardío, nos hace aprovechar la ocasión para escribir acerca de otras desapariciones que hemos visto en la pantalla.

Piensen, junto con nosotros, en el Harrison Ford que se encontraba en París, totalmente desesperado porque su mujer había desaparecido del hotel sin dejar la menor huella.

El propio Hitchcock cuando tenía su famoso programa televisivo “Alfred Hitchcock presenta” bromeó con esto en un episodio que se ambientaba en esa misma ciudad, allá por los principios del siglo XX, cuando la famosa exposición mundial, cuando se construyera la torre Eiffel.

Don Alfredo retornó a su argumento y cambió un tanto las cosas. El episodio estaba protagonizado por su hija Patricia que ni era tan fea ni actuaba tan mal. Patricia llegaba a un hotel acompañada de su madre enferma. Regresaban de muy lejos, creemos que de la India y urgentemente el médico del hotel iba a visitarla pidiéndole a la muchacha que saliera a buscar una medicina especial a un lugar determinado.

Al regresar al hotel, Patricia se encontraba con que su mamá no estaba en la habitación y que aquella habitación no era en realidad la que había ocupado antes.

Se trataba de una premisa realmente angustiante pero, como suele suceder, el desenlace no resultaba demasiado satisfactorio y, para el espectador de hoy en día es una píldora muy difícil de tragar.

Pero, difícil de tragar es también lo que sucede en “Plan de vuelo”.

Mejor sigamos con otras desapariciones y dejemos esa película para cuando tengamos que escribir su crítica.

Argumentalmente existen varias fórmulas para desaparecer en una película.

Una de ellas es el secuestro. Otra sería la desaparición voluntaria. Estas fórmulas no son las únicas desde luego, ya que puede mediar una catástrofe, una guerra o hasta la ablución por extraterrestres.

En el cine, todo es posible.

Secuestrar, lo que se dice secuestrar, han secuestrado a todo tipo de personas en el celuloide tanto en comedias como en dramas.

Recuerden la estupenda cinta mexicana  “Matando cabos”, donde el espectador no dejaba de reír con el equívoco producido por un secuestro equivocado.

Piensen en películas como “Sin rastro alguno” o “Exceso de equipaje”.

Las desapariciones voluntarias tienen también varios motivos, pero el más utilizado en las imágenes se relaciona con el espionaje.

Un buen día, una mujer casada se encuentra sin saber de su marido. Eso le sucedió a Elizabeth Taylor, a Goldie Hawn y hasta a Sharon Stone.

Los maridos se encontraban conspirando, porque eran comunistas o agentes dobles. Algo muy típico.

La guerra también hace desaparecer a los seres amados.

Sophia Loren y Marcello Mastroianni sufrían las consecuencias de la contienda de esta manera en “Los girasoles de Rusia”, mientras que Audrey Tatou se pasó toda la película de Jeunet “A very long engagement” tratando de descubrir el destino de su novio durante la primera guerra mundial.

Vaya, que es como para escribir un libro.

PLAN DE VUELO

Título original: Flightplan, Dir: Robert Schentke, Int: Jodie Foster, Peter Sargaasd, Sean Bean, Kate Beaham, Michael Irby, Erika Christensen.

Hay películas que deberían de comenzar con unos rótulos invitando al espectador a desconectar su cerebro durante un par de horas y olvidarse de toda lógica. Ésta es una de ellas.

No se ponga a discutir con sus acompañantes a la salida de la sala, porque las incongruencias van a ser tantas que usted odiará una cinta que, por otra parte, sin recurrir a los razonamientos, puede resultar sumamente entretenida y emocionante aunque Jodie Foster se note tan demacrada como encasillada.

Talvez el filme nunca alcance las alturas que tenía previstas, pero tampoco se precipita al vacío.

Lo que sí es cierto es que si se compara con una película, mucho más modesta y de temática similar como “Red eye” de Wes Craven, sale perdiendo por mucho.
Calificación 3( aceptable)

Antes de arriesgarse con la “big momma” recuerde que todavía continúan en cartelera algunas películas cuya visión puede resultar más gratificante.

Si en alguna sala se ha quedado “King Kong” no dude en hacerle una visita.

Es más, cualquier cosa puede resultar más tolerable que ver a Martin Lawrence vestido de abuela.

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