7 policías cuidan Sabana de la Mar

7 policías cuidan Sabana de la Mar

POR  MARIEN ARISTY C.
SABANA DE LA MAR.-
A pesar de que es pueblo con treinta mil habitantes, Sabana de la Mar sólo cuenta con dos oficiales, un suboficial y cuatro agentes de la Policía Nacional. Eso significa que cada uno de los agentes debe velar por la seguridad de siete mil quinientos ciudadanos.

Si los números son asombrosos, también lo es descubrir el lugar en el que estos policías trabajan: un «cuartel» que parece cualquier cosa menos un espacio destinado a resguardar a quienes deben hacer cumplir la ley.

Pero es que hablar de la ley o del respeto al orden es una utopía en un pueblo en el que la delincuencia crece cada día y, tal como lo denuncian los miembros de la Asociación de Sabanalamarinos Presentes, el consumo de drogas es ha convertido en un hábito para los pocos jóvenes que quedan en el municipio.

«Aquí un mayor, un teniente y un sargento. También cuatro agentes. Y los oficiales y el suboficial no salen a patrullar, por tanto la seguridad de treinta mil y pico de personas está en manos de cuatro personas», se quejó Teresa Tirado, maestra y miembro de la asociación.

Pero esas cuatro personas no cuentan ni siquiera con vehículos para hacer rondas por el pueblo: tienen que andar a pie, lo que los pone en desventaja frente a los delincuentes del área.

Tampoco tienen ni un gramo de sensibilidad o de preocupación por sus propias vidas. La mejor muestra: al advertirles que olía a gas en toda la casa, dijeron con tranquilidad que «eso debe ser que el tanque tá pichao». Posteriormente, siguieron caminando sin pensar en el peligro que les rodea.

EL CUARTEL: ENTRE PROMESAS

Mientras los sabanalamarinos aspiran contar con un cuartel decente, ven cómo su deseo peligra en medio de las redes de la burocracia y la demagogia: ya habían conseguido los terrenos que le había solicitado el jefe de la Policía, Bernardo Santana Páez, para construir el cuartel cuando el ex gobernador, Rubén Toyota, se opuso a que se construyera porque era él quien lo haría. Al explicar lo que sucedió, Tirado manifestó que el ahora senador electo dijo que haría la obra puesto que Procomunidad ya se había comprometido a ello. Aunque no dudan de las intenciones de Toyota, los sabanalamarinos temen que Procomunidad inicie los trabajos y no los termine.

La necesidad del cuartel surge porque ahora están en una pequeña casa de cemento  en la que apenas tienen una habitación donde dormir, hacinados, un baño en situación precaria y una cocinita que funciona en un anexo de madera y zinc.

Este «cuartel» surgió de la improvisación: tuvo que ser habilitado después de que el segundo piso de la antigua casa en la que estaban antes se desplomara.

La cárcel: un cuarto con el olor del mar

Si el cuartel es digno de lástima, la historia de la cárcel es la de una de una sátira. Después de haber estado en una precaria situación en el cuartel anterior, ahora no es más que un diminuto cuartito de cemento que fue anexado a la casa en la que funciona el cuartel.

Lo más grandioso es que la «cárcel» fue hecha por los miembros de la propia comunidad, quienes prefirieron poner los bloques, las varillas y el cemento necesarios antes de continuar viendo cómo estaban los presos: esposados, de pie, en la reja exterior del lugar.

Es que, a falta de espacio, tenían que dejar a los presos a la intemperie. ¿Lo mejor? Como el destacamento está muy cerca del muelle, los presos eran la última imagen que veían los turistas que se embarcaban en el puerto con destino a Samaná.

Amén de lo que significa que el patético cuartel esté a la vista de todos los que llegan o salen de Sabana de la Mar, más triste aún resulta escuchar que los pocos reclusos que suelen estar aquí tienen que orinar en galones y, a la hora de hacer necesidades mayores, deben pedir que les lleven al baño de los policías. ¿Un abaniquito para paliar el terrible calor? Eso sería un sueño.

Con unas condiciones realmente infrahumanas, los presos no tienen ni siquiera una siquiera una silla para sentarse: duermen sobre cartones y se pasan el día sentados en el duro cemento o de pie, para descansar las nalgas, tal como dijeron Guillermo Barrera y Juan Marte Mena de la Rosa, quienes apenas han pasado uno y dos días presos aquí, respectivamente.

Tras señalar que no han hecho nada, Barrera se quejó de que lo «trancaron» porque unos vecinos lo acusaron en la Fiscalía de vender drogas, mientras que Marte Mena señala que fue detenido porque acusó a unos delincuentes que ahora quieren matarlo. Por eso, agrega, lo protegen detrás de las rejas.

Esta «protección», sin embargo, resulta un dardo envenenado porque estar en este lugar es realmente deprimente. Tanto, la verdad, que sería preferible morir antes que estar encerrado aquí, en un lugar en el que no se encuentra paz ni siquiera con el olor del mar.

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