Duermes en una esquinita de la cama, mientras tu gato descansa “desplayado” ocupando la mayor parte del espacio. Admítelo, nos da pena despertarlos.

Tienes más fotos del gato en el celular que de tu pareja o familia….

No necesitas despertador. Cualquier hábito que adquieras con un gato –por ejemplo, levantarte a las 6:00 a. m. para ir al gimnasio– tendrás que mantenerlo todos los días o se encargará de recodártelo… esto incluye sábados y domingos.

No existe caja, funda de papel, cubeta o cartera de playa que no les pertenezca. Punto.

Es imposible ir al baño sin estar acompañada. Si por alguna extraña razón logras entrar a ducharte sin que tus gatos se den cuenta, esto implica que te tumben la puerta con maullidos que se escuchan hasta en Uruguay. Cuando les abres… entran con toda la calma del mundo.

Adornas tu arbolito navideño a sabiendas de que nunca se sabe qué pueda pasar con la decoración. “Gris” y “Tres” practican boxeo con las bolas de Navidad… y en otras ocasiones forman su propio nacimiento viviente. (Esto incluye una ranita que trajeron del patio)

No te importa fajarte a hablarle a gatos desconocidos en medio de la calle. ¿Lo mejor de todo? ¡Nunca nos hacen un desaire!