8 de marzo: conmemoración, resistencia y futuro

8 de marzo: conmemoración, resistencia y futuro

El 8 de marzo no es una fecha de celebraciones superficiales. Es un recordatorio vivo de las luchas que las mujeres han emprendido a lo largo de la historia para conquistar derechos que alguna vez parecieron impensables. 

Es la trinchera desde la que, cada año, se denuncia la desigualdad persistente y se reclama justicia, equidad y libertad.

Si bien en el siglo XX se lograron avances fundamentales en muchas partes del mundo: el derecho al voto, la educación, el acceso al trabajo y el reconocimiento de la autonomía sobre el propio cuerpo, el contexto global actual es testigo de una serie de amenazas que ponen en riesgo las conquistas alcanzadas. 

En distintas latitudes, vemos un resurgimiento de discursos conservadores que cuestionan el feminismo y promueven una vuelta a esquemas tradicionales que limitan el papel de la mujer en la sociedad. 

Los derechos sexuales y reproductivos, duramente ganados, enfrentan ataques en escenarios legislativos y judiciales. La violencia de género sigue siendo una epidemia que, pese a los esfuerzos, cobra vidas diariamente.

A esto se suman las crisis económicas y humanitarias que afectan de manera desproporcionada a las mujeres, como el desempleo, la brecha salarial, la sobrecarga de tareas de cuidado y la falta de oportunidades siguen marcando su existencia. 

En muchos países, las migraciones forzadas han dejado a millones de mujeres en situación de vulnerabilidad extrema, mientras que la crisis climática afecta de manera diferenciada a aquellas que dependen de los recursos naturales para su subsistencia.

Sin embargo, a pesar de las adversidades, la lucha no se ha detenido. Cada 8 de marzo se convierte en un acto de resistencia y reafirmación de que el camino hacia la igualdad no es lineal, y tampoco está perdido. En las calles, en los espacios digitales, en las políticas públicas, en las universidades y en el arte, las voces de mujeres siguen resonando con fuerza.

Los movimientos feministas continúan impulsando cambios estructurales, exigiendo legislaciones más justas y promoviendo una educación con perspectiva de género. Las nuevas generaciones, con su capacidad de articulación y su mirada interseccional, están redefiniendo la lucha y ampliando sus alcances.

Este 8 de marzo es un punto de inflexión, un momento para mirar atrás y honrar a quienes abrieron camino, pero también para observar el presente con sentido crítico y pensar en un futuro donde la igualdad no sea una consigna, sino una realidad tangible. 

La esperanza no radica en esperar, sino en seguir construyendo, en desafiar las estructuras que perpetúan la opresión y en imaginar un mundo donde todas las personas puedan vivir en plenitud y dignidad.

La historia demuestra que cuando las mujeres avanzamos, la humanidad entera lo hace con nosotras. Que este 8 de marzo sea una declaración de que el compromiso sigue y que el futuro, aunque incierto, puede transformarse con voluntad y resistencia.