Washington.- La idea de un país totalmente “seco» terminó hace 90 años en Estados Unidos cuando las paradojas de la Ley Seca pesaron más que las finalidades que llevaron a implementar entre 1920 y 1933 una jurisdicción que prohibía la venta de alcohol.
La Enmienda 18 a la Constitución estadounidense, vigente desde el 17 de enero de 1920, declaró ilegal la “fabricación, venta o transporte de licores embriagantes” y fue resultado del empeño del llamado movimiento de templanza que, desde comienzos del siglo XIX, respaldó las restricciones sobre su consumo.
Los promotores de la Prohibición, entre los que se encontraban organizaciones aún existentes como la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza (WCTU) o el Partido de la Prohibición, esperaban que el “noble experimento” -como llamaron a la ley- redujese problemas sociales como la violencia doméstica y el crimen.
Así lo apunta a EFE la directora de Relaciones Públicas de WCTU, Bunny Galladora, quien considera que “el alcohol es un destructor de familias y matrimonios”, puesto que “algunos hombres cuando beben maltratan a mujeres e hijos y gastan sus ingresos en bebida en lugar de en comida y otras necesidades».
“Las políticas prohibicionistas sobre el alcohol permitían regular su tráfico comercial y, de esta forma, controlar los efectos negativos que dicho producto tiene en el público en favor de su bienestar”, añade el secretario nacional del Partido de la Prohibición, Jonathan Makeley.
Pero, después de 13 años de contradicciones en los que el consumo de alcohol no cesó, el 5 de diciembre de 1933 el Senado ratificó -bajo la presidencia del demócrata Franklin D. Roosevelt– la Enmienda 21 a la Constitución que derogaba la Ley Seca.
El beber no cesó y el contrabando aumentó
Entre 1920 y 1933, la teoría nunca se trasladó por completo a la práctica y en los supuestos años secos proliferaron las mafias y los contrabandistas que controlaban redes de destilerías y ‘speakeasies’, los bares clandestinos que vendían ilegalmente bebidas alcohólicas durante el período en el que la ley estuvo vigente.
“La prohibición fue lo mejor que le ha pasado a la mafia en Estados Unidos”, afirma la experta en prohibición y directora de Educación del Museo de la Mafia de Las Vegas (Nevada), Claire White, ya que “disponían de un producto que solo estaba disponible en el mercado negro y que era más atractivo que cualquier cosa que hubieran vendido antes».
Dichos bares a puerta cerrada caracterizaron las ciudades de la época y todavía ahora se pueden encontrar locales de cócteles que, inspirados en aquel entonces, juegan con las claves de acceso y el secretismo, como es el caso de Off the Record en Washington DC, situado en el sótano del Hotel Hay-Adams, a escasos metros de la Casa Blanca.
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“En realidad, para los estadounidenses nunca fue ilegal beber alcohol, sino comprarlo”, apunta White. De esta forma “la gente que quería beber lo siguió haciendo aprovechando las lagunas legales y su consumo apenas se redujo».
Unos vacíos jurídicos que se traducen en nombres tan populares como Al Capone y Bugs Moran, gánsteres que se enriquecieron con el negocio que brindaba la Ley Seca y que coexistieron con otros comerciantes de licores a nivel más local, como Robert Downham en Alexandria (Virginia), de quien se recoge la trayectoria en la casa museo Lee Fendall House.
La vivienda donde residió Downham en aquellos años -y que ahora acoge el museo- se rumorea que fue un importante ‘speakeasy’, ya que su propietario, mientras fingía ser mercero, siguió con la distribución de whisky, tal y como explica a EFE el director ejecutivo de Lee Fendall House, Shawn Eyer. “Antes de la prohibición, las ventas de alcohol constituían el 40 % de los ingresos fiscales del Gobierno de Estados Unidos y esa cifra no cesó ni en Alexandria ni en la mayoría de partes del país”, agrega.
El legado de la prohibición
A diez años de que se cumpla un siglo de la finalización de la Prohibición, el alcohol sigue siendo un asunto controvertido en Estados Unidos, al igual que heterogéneo, puesto que las leyes que lo regulan dependen de cada estado.
Además, medidas estatales como la eliminación de las ‘happy hours’, el veto a la compra de dicha sustancia los domingos o en los supermercados y la limitación de su venta solo si el porcentaje de alcohol en el producto es bajo permiten poder decir que algunas zonas del país permanecen semisecas.
De todas formas, el precedente de la Ley Seca, las restricciones actuales y el hecho de que la edad legal para el consumo de alcohol en EE.UU. es a los 21 años -más alta que en las otras naciones donde beberlo es legal- no han impedido que el 79,8 % de hombres y el 76,9 % de mujeres en Estados Unidos mayores de 12 años consuman alcohol, según publica este año el Instituto del Abuso al Alcohol y el Alcoholismo.