Donald Guerrero Martínez – La ociosidad de un debate

Donald Guerrero Martínez – La ociosidad de un debate

El propuesto debate televisado entre los candidatos presidenciales de los tres partidos principales del sistema ya no lo será. Se han comprometido ellos, mediante documento firmado por representantes suyos, «a comparecer, por separado, a programas de televisión, para explicar, conforme las preguntas que les sean formuladas por un grupo de profesionales, sus programas de gobierno». Deberán decir, además, cuáles medidas tienen en carpeta para resolver las crisis, así en plural, que envuelven al país. Entre esas crisis la peor es la gubernamental, y la han causado políticas desacertadas que lo han «desconchinflado» todo, hasta el punto de que prácticamente ya no hay moneda nacional.

La ociosidad de tal debate estaba dada porque lo deseaban muchos con la mente puesta en que «es usual en Estados Unidos y otros países». Era volver a comparar la cigua con el águila o el chivo con el búfalo. La pretensión de que se haga aquí esto o aquello «porque así se hace en otros países» es una necedad. Generalmente los países de referencia son, junto con el imperio, Francia, Gran Bretaña y España. En la región, Chile.

Los candidatos se han comprometido asimismo a «elevar el debate». No secaba todavía la tinta del compromiso suscrito, cuando retumbaba en la parte oriental de la ciudad una acusación presidencial contra el principal candidato de la oposición, favorito hasta ahora, según las encuestas publicadas, en la intención del voto.

De lo que hubieran hablado en un debate en el que uno de los participantes «cojea», pero que ahora lo harán en las comparecencias dichas, lo saben «hasta los chinos de Bonao». Lo que callarán lo podemos comentar después. Hablarán de cinco temas: 1. gobernabilidad; 2. transparencia; 3. combate a la corrupción; 4. lucha contra la pobreza; 5, fortalecimiento a las instituciones.

La gobernabilidad es un tema difuso. Nadie explica con claridad su significado. Por tanto, no pasa de ser una muletilla con vocación al descrédito, que parece desplazar al manoseado consenso. De la transparencia puede decirse que es solamente un enunciado. Se habla de transparencia en todo, para quedarse siempre en la nada. Ha dicho Jacinto Gimbernard Pellerano en reciente artículo en este periódico, que la palabra trasparencia «le da náuseas». Y es que aquí, lo ha dicho también, «todo es opaco, como un vidrio ennegrecido de humo denso». Hablar de que se combatirá la corrupción es una tomadura de pelo. Han de ser tontos quienes crean una mentira que se repite como letanía, y en la repetición se queda.

Nunca será posible que la decantada lucha contra la pobreza tenga resultados, a menos que se piense, y haya disposición política seria para la creación de fuentes de trabajo. Al que le «arreglan su casa» con dos o tres planchas de zinc y algunas tablas, o con el piso de cemento, sigue pobre si «en el fogón hay un gato en la ceniza» en vez de una paila que hierve alimentos. El fortalecimiento de las instituciones es sólo un sofisma. Hacerlo le daña el juego a los beneficiarios del desorden, del «manga por hombro».

Es bueno, pues, que se haya desestimado el debate por el cual se clamaba. Ningún programa de gobierno se ha cumplido nunca, y peor, luego de programas incumplidos no pasa nada. Pero además, no se entiende por qué debatir con alguien que irrespeta su palabra. En un debate, alguno de los debatientes irrespetará las reglas de la jornada. Participar en esas condiciones en un debate es ponerse de mojiganga.

Lo será hasta el moderador.

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