Relaciones insulares en deterioro

Relaciones insulares en deterioro

Desde la primera vez que Haití prohibió que los huevos, pollos y plásticos dominicanos ingresaran a su aseado país, ya se sabía que algún plan estaban tramando esos ladinos vecinos, que su primer ministro y su presidente en forma elíptica nos acusan de racistas y pisoteadores de sus pobres paisanos que vienen a residir aquí para no morir de hambre en el paraíso de Martelly y Brutus.

Desde que el Tribunal Constitucional sentó los precedentes para definir la nacionalidad y la soberanía, se desataron todos los fuegos de los infiernos, y los llamados países amigos de Haití, así como la comunidad caribeña de las islas se abalanzaron sobre los dominicanos para humillarnos y atropellarnos con el fin de que se dejara sin efecto tal sentencia.

Más luego aquí se le aplicó lo que se llama popularmente un paño con pasta, de manera que el agravio a los sentimientos haitianos y sus amigos fuera menos grave y calmara a las voces dominicanas e internacionales, muchas de las cuales, o casi todas, se niegan a recibir a los refugiados haitianos en sus territorios y lo que hacen es deportarlos sumariamente, tal como ocurre en las Bahamas, Jamaica, Brasil, Perú y las islas negras del Caribe.

El país no tiene capacidad ni recursos para imponer y hacer respetar la soberanía y la inviolabilidad del territorio, evitando una emigración ilegal que se esparce por todo el territorio dominicano patrocinado por sectores oficiales, así como por los productores agrícolas e industriales para jugar con una mano de obra no calificada y barata; sin embargo son entes de consumo, ya que esos ilegales realizan muchas compras de productos dominicanos que los llevan o envían al Occidente de la isla.

Empeñarse en una operación masiva de deportaciones de los ilegales es una quimera, ya que en menos de 48 horas nos veríamos pisoteados por los amigos de Haití que vendrían a detener ese genocidio que estarían cometiendo los dominicanos en contra de los infelices haitianos, pero que ellos no lo reciben en sus países. Entonces volveríamos ver una ocupación de la isla, aun cuando ya la parte occidental está ocupada desde hace años por las fuerzas de la Minustah, que en cierta forma era una avanzada para lo que ellos pudieran estar presintiendo de una reacción violenta de los dominicanos para defender y recomponer la malograda soberanía, razón por la cual se mantienen localmente unas abultadas fuerzas armadas, no solo para reducir el desempleo, pero que con mucho fervor y orgullo se exhiben cada año en los días de las fiestas patrias como el 27 de Febrero o el aniversario de las batallas de Azua y de Santiago.

Sería muy difícil para el país lograr un apoyo en defensa de la soberanía y el derecho a devolver a los ilegales a su territorio, ya que se van a esgrimir razones humanitarias de peso que eviten la muerte de miles de seres humanos, y más ahora que los países amigos de Haití confrontan serios problemas con las emigraciones masivas de africanos a los países europeos y de hispanos a Estados Unidos.

La mayoría de los ilegales en territorio dominicano tienen mas de 50 años en tales condiciones, ya que en su país nunca obtuvieron papeles de identificación, tal como ocurre con los africanos que llegan a Europa, que es un territorio más vasto que la isla, por lo que el abultamiento de una masa indeseable de seres humanos podría provocar un colapso al desarrollo y bienestar dominicano, que en los pasados 40 años se ha recostado en esa mano de obra para las construcciones y la agricultura.

El problema de la emigración haitiana debe ser enfrentado por el gobierno dominicano, sin miedo, pero logrando que la opinión internacional reconozca el derecho de los dominicanos en poner orden a su casa, mediante la expulsión de los ilegales, obligar a que el gobierno haitiano reconozca a sus ciudadanos, a los cuales los ha abandonado expresamente para que sean los dominicanos que asimilen una masa humana no compatible con la raza dominicana, ni con su idioma ni costumbres, aun cuando casi todos los dominicanos, en su mayoría, descendemos de la raza negra.

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