¿Cómo deseas que te recuerden?

¿Cómo deseas que te recuerden?

La vida es corta. Madurar se toma tiempo. Alcanzar sabiduría es de pocos. A prender a priorizar implica asumir el ser y dejar el parecer. Los adultos de hoy poco piensan de forma colectiva en los jóvenes del mañana. El ser humano se ha vuelto egocéntrico, individualista, egoísta, dogmático y poco asumidor de lo correcto.

Lo que se práctica de forma masiva es el pragmatismo social y la despersonalización. Vivimos y asistimos a una cultura de los antivalores, de la deshumanización y de la renuncia a la ética y a la moral. No es algo nuevo, todo se sabe, todo se habla y todo se comenta; pero ya no existe la capacidad de asombro, ni la culpa colectiva, ni la resaca moral. A los jóvenes poco les importa la política, la economía, la transculturación, la corrupción, el endeudamiento, el vivir del crédito, el medio ambiente, el calentamiento global, o como dijera el Papa Francisco, asumir la tres T: techo, tierra, trabajo. El discurso de los jóvenes no está en consonancia, ni validado, ni comprometido con las causas, las circunstancias y la consecuencia que les tocaría vivir en las próximas décadas. Ejemplo: lo que pasa en Grecia, Puerto Rico y América Latina, donde crecen las desigualdades, la exclusiones, la pobreza, la inequidad social, y los jóvenes siguen a espaldas y entretenidos con otras cosas tangibles, que ocupa su ideología de vida.

En diferentes ocasiones he dicho que la sociedad está enferma, no evoluciona ni plantea soluciones a los problemas acumulados de décadas, ni se prepara de forma inteligente, preventiva, ni organizada para el futuro de las próximas generaciones. Cada quien vive y existe para resolver sus problemas de forma individual; pero también, de forma individual sufre, se deprime, se angustia, se hace inadaptado, se suicida, se desapega y se desapasiona de la vida y de la propia felicidad existencial.

Los jóvenes y los adultos no tienen recetas, ni remedios para sus problemas; prefieren seguir sus obsesiones, impulsos, vanidades, placeres, auto-gratificaciones, en vez de aprender a desarrollar talento e inteligencia, para superar o evitar frustraciones, tropezones, trampas y dificultades, que les crea la sociedad de consumo, pero también, ellos mismos, cuando no son capaces de prevenir el riesgo, las vulnerabilidades, las conductas riesgosas y los amigos de alto riesgo psico-social.

El ejemplo: la conducta social se basa en el modelo “haga lo que digo, pero no haga lo que hago”. Sin embargo, los adolescentes y jóvenes hacen lo percibido, lo cotidiano, lo de la publicidad, lo del mercado, lo del consumo desproporcionado. Es inaceptable vivir del crédito, lo hacen los Estados y los gobiernos, las instituciones, las familias y las personas; es una forma de estilo de vida y de práctica social que afecta la clase media, empobrece a los de abajo y empuja a los indigentes a la desaparición.

El resultado parece que a nadie le importa, ni se aprende de la historia, ni de las consecuencias, ni de los riesgos pasados. La historia dominicana está parida de actores que nunca les importó, ni sintieron miedo por sus prácticas, y mucho menos, el ¿cómo desea que le recuerden? A Pedro Santana, el dictador, no media consecuencia; Lilís dijo: ‘‘No le temo a la historia, total no lo voy a leer”.

Trujillo, tampoco le temía, a Balaguer no le preocupaba la miseria humana, debido a que conocía la sociedad dominicana. Es decir, cada quien, jóvenes, eligen sus compañeros de viaje, vacía su mochila de traumas y frustraciones, pero, lo no permitido es, morir sin saber ¿cómo quiere ser recordado?. Los hombres y mujeres eligen sus desafíos, su práctica social, su propia utopía, su ideal y sus propósitos. Deciden ser actores activos; participan para cambiar el mundo, las sociedades, las universidades, la política y la economía. La vida impone hacer los cambios, asumir retos y empoderarse para construir una vida responsable y correcta.

 

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