La participación de los partidos debe regularizarse

La participación de los partidos debe regularizarse

Cuando escribí hace dos semanas en el sentido de que la figura de la doble vuelta o balotaje estaba en vía de desaparición, por el hecho de que en los últimos procesos electorales solo se presentan dos grandes bloques con casi la totalidad de los partidos y agrupaciones apoyando a dos candidatos presidenciales, la intención era llamar la atención de que por esa vía jamás se van a desarrollar otras fuerzas alternativas.

Los procesos electorales son el mejor escenario para que quienes tienen intenciones o propuestas para gobernar, las hagan y que la gente escoja entre ellas, y si ninguna es capaz de lograr los votos establecidos en la Constitución, pues que se reagrupen alrededor de los dos candidatos que mayor votación obtuvieron para la segunda vuelta, pero si de antemano se crean las alianzas, el objetivo de establecer diferenciaciones o propuestas alternativas nunca lo van a lograr.

Porque es necesario dejar claro que, cuando uno o varios dirigentes toman la decisión de separarse del partido o agrupación a que pertenecían, por contradicciones, porque dejaron de creer en ella, porque no se les brindaban oportunidades o porque entienden que se hace necesario presentar una propuesta diferente, lo lógico es que hagan sus planteamientos y se presenten al proceso con su propias candidaturas.

Igualmente, cuando surgen personas que se consideran con las condiciones suficientes para dirigir los destinos nacionales y se agrupan en un partido, deben participar en los procesos, puesto que de lo contrario, si forman un nuevo partido para terminar apoyando a uno de los que ya existe, la gente, aunque ellos no se den cuenta, les resta valoración.

Sin darse cuenta, repito, mucha gente los considera creadores de ilusiones falsas, si luego terminan agrupándose a otro en base a una negociación de cargos o una candidatura congresual o municipal.

Hay personas que entienden que cada quien puede hacer lo que le viene en ganas, o lo que le conviene. Eso se puede aplicar en aspectos puramente personales, pero cuando se trata de organizaciones públicas que se han comprometido con el país y además despiertan algunas esperanzas, y que organismos del Estado gastan dinero y esfuerzos en el proceso de reconocimiento, es diferente.

Para algunos, debería establecerse que todo partido o agrupación, una vez llenado los requisitos legales establecidos, tendría que participar en las elecciones inmediatamente próximas o lo pierden definitivamente.

Pero no se trata de llegar ahí, sino de aconsejar a quienes con las mejores intenciones se lanzan a crear una nueva organización, entendiendo que las existentes no llenan las expectativas, que lleguen hasta el final, porque si se agrupan a otras ya existentes y la gente lo interpreta como una vía para alcanzar un puesto o una candidatura, podrían correr el riesgo de no dejar la mejor imagen.

Que ocurra con quienes han vivido de eso, no tendría gran significación, lo lamentable es que suceda con personas que, además de sus propios méritos, tengan compromisos con la historia reciente. Ojalá lo piensen detenidamente.

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