Ayudemos al campo

Ayudemos al campo

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Otros fenómenos influyen en las corrientes migratorias del campo a las ciudades. Entre otros, podremos señalar la menor mortalidad infantil en los centros urbanos, la mayor remuneración es también un fuerte estímulo, ejemplo sencillo lo es el de un peón que gana en la ciudad casi el triple que en el campo, también el fácil acceso a los centros educativos, todo lo cual nos lleva a la conclusión de que la migración no constituye un acto irracional que el campesino lo hace por puro gusto o por otro tipo de instinto; es decir su decisión es el resultado de una valoración racional de las oportunidades que le ofrece la ciudad, esto es, dan ese paso, seguros de que estarían favorecidos por alicientes que soñaron alcanzar dentro de su mundo de aspiraciones naturales a pesar de la hostilidad que a veces ha llegado a extremos, que en estas líneas no es necesario detallar. Por otra parte, las migraciones a la capital u otras ciudades suscita recelos por los que ya la habitan, porque los nuevos recién llegados en alguna forma resultan un competidor potencial y esto sin tomar en consideración a los migrantes haitianos.

Es importante pues hacer el señalamiento que el problema más grave para los hombres y mujeres que llegan del campo a las ciudades, en especial a Santo Domingo, es que éstos se dan cuenta de que no les es posible incorporarse a las actividades económicas y sociales legales de la urbe, y les resulta muy difícil en primer término obtener una vivienda, conseguir escuela y sobre todo trabajo; es decir, están desamparados, no pueden satisfacer ni siquiera un mínimo de sus necesidades, se sienten discriminados y entonces comienza en ellos el proceso de desafío a la ley y ésta inicia también el curso de la pérdida de su vigencia, la política resulta insuficiente y los migrantes se percatan, que el sistema no está dispuesto a reconocer sus derechos, las barreras y obstáculos se multiplican, pasan a ser los marginados o imaginarios, como señaló en estos días un sacerdote, y su libertad, su prosperidad, su paz, su salud, quedan solamente en sus propias manos.

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