Los malestares en el PLD a causa de la reserva de candidaturas se han convertido –quién lo diría– en noticias de “palpitante actualidad”, y la culpa es de los propios peledeístas, que han dejado de “barrer para dentro” y ya no les importa ni preocupa sacar sus trapos al sol para que todo el mundo se entere de sus desavenencias. Esa pérdida de pudor para tratar en público sus garatas internas es consecuencia, por supuesto, de la propia crisis, una palabra que los peledeístas se niegan a utilizar para describir lo que ocurre, lo que los obliga a recurrir a eufemismos que no alcanzan para ocultar una situación que hace rato desbordó el discreto ámbito partidario. Franklyn Almeyda, por ejemplo, quien durante el fin de semana admitió que el PLD está fraccionado, y como toda fractura –dice– solo necesita un yeso que una y solidifique el hueso. Y aunque su intención, con esas declaraciones, fue restarle gravedad a las pugnas que han provocado esa fractura, su advertencia a los miembros del Comité Político que auspician el incumplimiento de los acuerdos que pusieron fin a la crisis creada por la reforma constitucional de que están propiciando un rompimiento revelan la verdadera naturaleza del conflicto y, sobre todo, su capacidad para amenazar la integridad de un partido hasta ahora caracterizado por su unidad. Mientras tanto, los titulares de los periódicos se dan gusto hablando de heridas que no sanan en el PLD, de las fricciones que ha creado el incumplimiento de los acuerdos, o del temor a que el enfrentamiento entre danilistas y leonelistas rompa definitivamente la taza y cada quien coja para su casa. Todo ese ruido ha de tener, necesariamente, efectos negativos sobre la imagen del partido de gobierno y sus candidatos, incluido el presidente Medina, lo que hace que uno se pregunte si tendrá consecuencias electorales o si la oposición, que últimamente ha mejorado la puntería de sus críticas, sabrá sacarle provecho.