La subversión de los contras dentro de la iglesia católica

La  subversión de los contras dentro de la iglesia católica

Parte 1 de 2
Existe un movimiento insurreccional dentro de la Iglesia Católica. Quieren oponerse al anuncio que hizo el papa Francisco en septiembre pasado, cuando dio a conocer nuevas reformas para simplificar el proceso de anulación del matrimonio eclesiástico. Las reformas podrían facilitar a muchos católicos divorciados casarse nuevamente por la iglesia.

Como se sabe, en la doctrina católica el casamiento es “para siempre”. Existen casos, sin embargo, donde la Iglesia permite la anulación del vínculo matrimonial. Esos casos son sumamente tortuosos y excesivamente complicados, pues las decisiones de anulación que hace la diócesis local debe ser refrendado y confirmado por un segundo tribunal eclesial.

Las medidas anunciadas por el Papa, precisamente, es la eliminación del segundo tribunal, y no sólo eso, establece un procedimiento “más breve” en el proceso documental. Esa reforma es uno de los principales puntos de la agenda del Sínodo de los Obispos sobre Familia, que se discutió por tres semanas en el Vaticano.

El Sínodo se ha caracterizados por una abierta rebelión, intrigas, filtración de documentos a la prensa, acusaciones de falta de transparencia y una gran división entre los Cardenales y Obispos. Realmente, es la primera gran crisis que enfrenta Francisco. Aunque el Papa tiene una gran popularidad entre los fieles católicos a nivel mundial, tiene una bien armada oposición a nivel institucional, cosa rara para una institución como la Iglesia Católica, que se caracteriza por los patrones y métodos de obediencia y respeto a las altas jerarquías.

El movimiento del clero “progresistas”, o sea, los que abogan por cambios, creen que haciéndolo así apoyan a Francisco. En realidad, tienen su máximo ideólogo, en el Cardenal retirado alemán Walter Kasper. Él introdujo, en la agenda de otoño pasado, tres asuntos: el primero, cambios en los procesos de divorcios; segundo, una actitud de más tolerancia hacia los homosexuales y tercero, buscar solución a las parejas que viven juntos sin casarse. Los progresistas, abogan por el concepto de “gradualidad”.

Francisco, aunque no ha señalado un abierto endoso a los progresistas, muchos han entendido que les dio apoyo, cuando dijo, con respecto a la comunión: “no es una recompensa para los perfectos, sino una medicina para los enfermos”.

Los Contras, – por cierto, es un invento mío llamarlos así – encabezados por el australiano George Pell y 13 cardenales más, (incluyendo al neoyorquino Tymothy Dolan) expresaron a Jorge Bergoglio, mediante una carta, sus grandes temores por la manera como se dirige el Sínodo, que actualmente se celebra a puerta cerrada. Advirtieron que el documento que sirve al Sínodo como agenda – “Instrumentum Laboris», que fue preparado por el Vaticano y aprobado por el Papa, “no puede, adecuadamente servir como guía del texto del documento que debe ser presentado al final del Sínodo”.

Muchos estudiosos y profundos pensadores de la Curia Romana opinan que Francisco ha tratado de introducir procedimientos democráticos y maneras de gobernar a un sistema tan autocrático como la Iglesia Católica, sin antes asegurarse que cuenta con mayoría para pasar estas reformas sin mayores inconvenientes.

Otro de los Contras más reconocidos, el Arzobispo Charles Chaput, de Philadelphia, expresó en una columna en el Wall Street Journal la semana pasada, que “las prácticas pastorales conduciría a cambio de la fe que profesan los católicos y, las prácticas, inevitablemente modifican las creencias”.

Los Progresistas en realidad lo que buscan es un margen de maniobras para equilibrar la doctrina con la misericordia y, estudiar cada pareja por separado, para acompañarlas, en una senda de reconciliación que les permita finalmente recibir los sacramentos y, Los Contras – el ala conservadora – aboga por dejar las cosas como están.

No creo que ese sea sólo el objetivo de Los Contras, tengo la percepción, que por debajo existe una caldera en ebullición, donde brotan burbujas de asuntos divisorios más profundos. Me huele a conspiración y, de eso, hablaremos en mi próxima columna.

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