Lo incomprensible… que dolorosamente entendemos

Lo incomprensible… que dolorosamente entendemos

Vamos… es que todo resulta tan confuso, tan rocambolesco, tan mesmeriano, de tan incomprensible existencia que fácilmente nos perdemos en un mar de Sargazos, dañino, podrido, degenerado y expansivo.

Algo resalta con claridad.
No vamos bien.

Eso lo entendemos dolorosamente. Y ya es un logro que abracemos la esperanza de que esto sirva de algo, pues al parecer, tal como opinaba un “arrabbiato” amigo italiano, aquí añaden un eficaz tranquilizante al agua que consume el pueblo y lo hipnotizan, lo duermen, lo llevan a aceptaciones incomprensibles.

Se refería a un simple caso judicial, en extremo claro y sencillo, que llevaba una decena de meses saltando de un juzgado civil a otro, de una sonora institución oficial a otra, para determinar la existencia de un reconocido personaje de la vida pública, no política sino nacional, con miles de fotos en acciones culturales publicadas en la prensa durante más de cincuenta años. Ese personaje, dominicano de padre y madre, resulta que no ha nacido. Al menos no según la ley. El documento de su llegada al mundo “se perdió”. “El tiempo lo destruyó… son papeles… hace más de ochenta años de esa declaración de nacimiento. Sabemos quién es él, pero no consta… eso toma tiempo”.

Lástima que ese señor no se llame Félix Bautista o algo por el estilo, cuando las faltas graves, arropadas por espesas colchas de dinero, hacen a la justicia ver con tiernos ojos las fortunas –que rara vez no son resultado de maniobras delictivas, hijas de simpatías desorbitadas… o en ocasiones, redituables complicidades que no siempre resultan verdaderas, porque llega el olvido y borra favores.

Tenemos hoy el caso de los dos pilotos franceses que “inocentemente, porque los pilotos de un avión no tienen que estar enterados de la carga que llevan”, (según dicen), pues bien, estos pilotos transportaban nada menos que casi setecientos kilos de cocaína. ¿Creían que se trataba de un embarque masivo de dulces de leche higüeyanos? ¿Los empaques no resultaban sospechosos, ni el inusual proceso de traslado a la aeronave? No se trata de dos bultos, sino de una carga en forma. Imposible de no tenerse en cuenta. ¿Y las autoridades aeroportuarias responsables, dónde estaban?

Los dos pilotos franceses fueron apresados por autoridades dominicanas, juzgados formalmente y condenados a veinte años de “prisión”, en la que no estuvieron realmente, pues caminaban libres por nuestras calles con la gentil salvedad de que debían presentarse con cierta regularidad ante la justicia para confirmar que no habían abandonado el país, lo cual les estaba prohibido.

Luego –no sabemos cuándo– serían “definitivamente juzgados” (¿hace esto algún sentido cuando ya supuestamente estaban condenados?).

La espectacular fuga de los pilotos, según declaraciones de Christophe Naudin, coordinador de la fuga, “costó menos de cien mil euros”. Una bagatela.

Nos duele, pero es la verdad. Nuestra justicia es un asco. La “injusticia”, lo que supone sea la “Justicia”, se mueve entre la incapacidad y la inmoralidad. Los Altos Tribunales no son confiables… todo se compra, todo se vende.

Estamos ante un Estado “democrático, respetuoso de las leyes”… con una multitud inextricable de leyes inobservadas, ya sea por conveniencias políticas momentáneas, o por una tradición maligna.
Quisiera mantener la esperanza de que, algún día, nuestro sistema judicial fuese más severo, más honesto, menos corrupto.
Más respetuoso de sus obligaciones.

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