Nunca se habían dado tantos saltos políticos como ahora

Nunca se habían dado tantos saltos políticos como ahora

Desde que se inició la apertura democrática en 1961, no se habían producido tantos saltos de dirigentes de un partido a otro como ahora, sobre todo sin hacer un alto en el camino. Sin permanecer un tiempo prudente entre salir de uno y jurarle fidelidad al otro. Ahora lo hacen, como dicen los que juegan parché, sin pasar por GO. Y muchas veces, si no les gustó el nuevo hábitat, vuelven de reversa al lugar de donde habían salido.

Pero como la mayoría de los casos de cambio de partidos no se deben a cuestiones ideológicas, sino coyunturales, electorales o de aspiraciones, con la misma facilidad que muchos de esos dirigentes están pasando de un partido a otro, se pondrá en evidencia, al finalizar las elecciones de mayo entrante, su verdadera capacidad de acarrear voluntades o votos, así como también, la fragilidad o fortaleza de los partidos.

Partidos y dirigentes, aunque no se den cuenta o no lo quieran admitir, están corriendo un gran riesgo, puesto que, si los efectos que esperan unos y otros no se dan con la contundencia de las expectativas creadas, la recomposición que se promoverá a lo interno de las agrupaciones en que se produjeron, será mucho más fuerte que lo que pudieran estar imaginando.

No son pocos los que se quedarán con el moño hecho en sus aspiraciones de ser candidatos, para conformarse con ver como le colocaron por delante a otros que llegaron ayer o que hace un tiempo eran sus adversarios; pero si esos a quienes le dieron preferencia, entendiendo que se traerían consigo a muchos militantes y simpatizantes del otro partido, resultan un fiasco, y al final solo se llevan a sus familiares, las rebeldías y las protestas internas no se harán esperar. Aquello podría ser explosivo.

No hay que estar inmerso en actividades políticas ni formar parte de las estructuras de ningún partido para uno percatarse de lo que está ocurriendo y de lo que podría producirse cuando se conozcan los resultados electorales del año que viene. Los disgustos de ahora serán mayores, y las consecuencias podrían ser peores.

Los partidos y sus dirigentes no solo están poniendo en juego sus habilidades y sus liderazgos futuros con esa actitud de complacencia, prefiriendo o priorizando a los recién llegados por encima de los suyos conocidos, sino que están impulsando lo que algunos llaman transfuguismo, pero que yo prefiero definir como desconocimiento de deberes y derechos partidarios, o imposición de las listas sobre las filas, puesto que las organizaciones podrían entran en una etapa donde nadie obedezca ni crea en nada, y aumente el ejército de los no partidistas.

Es cierto que para muchos políticos hay gente mala solo cuando están en la acera del frente, y dejan de serlo o se convierten en buenos cuando cruzan la línea y se incorporan a ellos, pero eso no traerá nada bueno a mediano plazo para el afianzamiento partidario e institucional. Están cavando su propia tumba. Anótenlo.

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