Memorias del homicidio

Memorias del homicidio

Narra el Génesis bíblico en su capítulo 4 que Adán y Eva tuvieron dos hijos que fueron Caín y Abel. El primero se hizo labrador y el segundo pastor de ovejas. Ambos llevaron ofrendas al dios Yavé. Al creador le agradó la ofrenda cárnica del pastor, en tanto que expresó su desagrado por los frutos agrícolas aportados por Caín.
El mayor de los hermanos citó a Abel al campo y lo mató. Ante el crimen el todopoderoso sentenció: “La voz de la sangre de tu hermano grita desde la tierra hasta mí. Por lo tanto, maldito serás, y vivirás lejos de este suelo fértil que se ha abierto para recibir la sangre de tu hermano, que tu mano derramó. Cuando cultives la tierra, no te dará frutos. Andarás errante y vagabundo sobre la tierra”.
El viejo testamento recoge en el capítulo 5 de Deuteronomio el tema de los diez mandamientos que Yavé escribió en dos piedras y luego entregó a Moisés. La quinta de esas leyes ordena tajantemente: “No matarás”. A pesar de esa prohibición divina miren ustedes lo que nos dicen las estadísticas acerca de los homicidios registrados en el Instituto Nacional de Patología Forense entre el primero de enero de 2010 y el 31 de diciembre de 2015.
Se le realizaron autopsias a cinco mil setenta y un cadáveres de personas víctimas de homicidio. De ellas, 4,691 correspondieron al sexo masculino para un 93% del total. 380 femeninas fueron asesinadas durante dicho sexenio. Las muertes de niños y adolescentes fueron 236 para un 4%, mientras que la incidencia de homicidios en el 96% restante tuvo una máxima expresión entre los 27 y 37 años de edad. ¿Qué tipo de medio se utilizó para llevar a cabo todos estos crímenes? En 3,757 de las víctimas se recurrió a las armas de fuego, equivalente al 74% del universo acumulado. Le siguieron las armas blancas con 801 casos para un 16%. Los objetos contundentes fueron usados en 375 de los fallecidos, correspondiendo a un 7%. Los homicidios por asfixia sumaron 107 para un 2%. El 1% de los decesos correspondió a siete quemaduras intencionales y un caso de envenenamiento.
Entre las circunstancias que rodearon estas miles de tragedias humanas se destacan los robos y atracos, los motivos pasionales, los encuentros con fuerzas del orden y las reyertas en sitios de diversión auxiliadas por el alcohol y otras drogas. ¿Y qué decir del nivel social y educativo de estos millares de asesinados? Gente joven, pobre, ociosa, con vicios y poca escolaridad.
En otros confines del mundo se mencionan como razones para el acto homicida: el odio, la ira, el rencor, el miedo, la venganza, los celos, el engaño, la traición, la frustración, la encomienda, así como los conflictos por intereses económicos, herencias familiares, motivaciones políticas, sociales y religiosas. Aquí matan la pobreza, el salvajismo, el vicio y el miedo.
La cura de esta intolerable epidemia homicida demanda de una reingeniería social del país que ataque en su base a la pobreza y la inequidad, los vicios y la ignorancia. Trabajo, educación, seguridad, salud y prosperidad son metas aún soñadas.

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