Representación de Ciudad, pesimismo y emigración en la década del sesenta

Representación de Ciudad, pesimismo y emigración en la década del sesenta

En las novelas “Solo cenizas hallarás (bolero)” de Pedro Vergés y en “La otra Penélope” de Andrés L. Mateo, la ciudad de Santo Domingo presenta dos atmósferas en las que la crisis de la postdictadura y la pérdida de la Guerra se manifiestan. Solo en la de Ramón Lacay Polanco, “En su niebla”, podríamos encontrar la comunicación de un pathos social parecido. En la primera obra, la situación social y económica muestra a una juventud que no encuentra salida al presente novísimo de la ausencia del dictador y la falta de un régimen democrático que pueda contener las aspiraciones ciudadanas.

La primera salida que buscan esos personajes es el invento de una vida mejor, la realidad difícil en la que viven actúa como un ciclo malsano. La desgraciada parece regresar. Entonces el pesimismo se apodera del discurso de los personajes y el reto consiste en salir del país. La emigración, que ya había conquistado a una parte de la juventud, se puede ver como un presente en los cuentos de René del Risco y Bermúdez quien toma los espacios migratorios en Puerto Rico y Nueva York, como también ocurre en algunos cuentos de Miguel Alfonseca.

La emigración como destino es un imperativo de la falta de coherencia entre la esperanza, los discursos políticos y la articulación de la vida en la polis. Frente a esos problemas los actores buscan otros escenarios, como se echa de ver en la obra de Vergés, sin antes recurrir a una vieja figura de nuestra historia intelectual, el pesimismo frente al destino dominicano. Si cuando Trujillo el país no era más que ‘una plasta de mierda comida por las moscas’, como señala la viuda Nogueras, no es menos cierto que la vida no era tan promisoria antes y después del golpe de Estado al Gobierno de Juan Bosch.

El desencanto que podemos encontrar en la atmósfera de “Solo cenizas…” No es menor al que se expresa en “La otra Penélope” que trabaja el contexto de la postguerra. Ella es junto a “El viento frío” de René del Risco y Bermúdez, la otra que mejor presenta la angustia de la juventud vencida por la intervención estadounidense en abril de 1965.

La ciudad vuelve a encontrar una atmósfera existencial como en “En su niebla”, pero no solo como una forma maldita del destino que es la que conduce las lamentaciones del personaje Lacalle, sino por el peso que le da la pérdida de la esperanza y el encerramiento existencial frente a la derrota y la presencia de Balaguer.

En el texto de Mateo, Alba Besonia aparece ahogada en el río Ozama; río que también será parte de la metáfora existencial. Alba Besonia ha llegado del interior y muestra esa otredad de los que llegan a la capital luego de la muerte del dictador e integran los barrios pobres y marginados. El señor La Torre es un alto funcionario de Balaguer y ejerce sobre ella el poder machista y la flagelación. No es incorrecto ver en esa mujer el cuerpo social y el cuerpo del país. Pues es la relación de poder que niega la salida que buscaba la juventud. Frente a la situación de Alba Besonia, queda el desencanto.

Una atmósfera que podemos ver entre el mundo épico de la guerra, simbolizado en la lucha de Álvaro y el desencanto existencial que se nota en el discurso y las acciones de Feliz Marcel. Frente a esto podemos ver la ciudad, la calle Del Conde, las vidrieras de la calle Del Conde como símbolo de la modernización… Ya no son los maniquíes los que se “miran” en las vidrieras, sino el rostro desencantado del joven que ha perdido la esperanza, que ha perdido la guerra.

La ciudad vencida y narrada desde un pasado épico y un presente existencial, encuentra espacio en el Roxi’s Bar. Es allí donde se reúnen los vencidos, Álvaro y Besonia mueren; el primero quisiera vengarla, como tirar atrás la historia de los derrotados, pero Feliz Marcel no encuentra maneras, sino encerrarse en un motel de chinos con una puta. Desea que vengan a buscarlo por la muerte de La Torre y esperar a que tiren, de una vez por todas, la puerta del cuartucho donde se encuentra.

Esa puerta cerrada también es símbolo de una juventud atrapada que toma luego el camino de la emigración, el sexo o la bebida, como aparece también en “Solo cenizas hallarás”. En la primera novela de Andrés L. Mateo, “Pisar los dedos de Dios” (1979), el espacio citadino se nos presenta como cronotopo de una juventud en crecimiento, como un billdunsroman: los niños tendrán al colegio Domingo Sabio y el barrio que lleva su nombre marcan el espacio geográfico en que el autor vivió.

Mientras que en “La balada de Alfonsina Bairán”, la ciudad vuelve a ser escenario de la vida dominicana, pero en los días finales de la Era de Trujillo. Alberto Cuadra espera la llegada de los buques al puerto, la turquita Alfonsina Bairán, hija de Haffe Bairán, paseando en el viejo Parque Independencia (aquel que había sido restaurado en 1930 con la glorieta de Nicodama) munida de un parasol, llena nuestra imaginación de una ciudad que aún no había alcanzado la estatura de urbe, algo así muy siglo XIX o años veinte.

Otro aspecto es la presencia del río Ozama que se torna verdaderamente un río existencial, en las palabras y las risas del señor Cordones.

Pero esa ciudad no es el Santo Domingo, sino la Ciudad Trujillo dominada por el dictador en la que una nueva clase social, la que produjo la postguerra mundial y la economía de la sustitución de exportaciones, y la que vivía las acciones de los hombres de Johnny Abes y los desafueros en sociedad de la familia Trujillo; era también la ciudad de la juventud que había encontrado espacio en la universidad y su moderna Ciudad universitaria. Cuando muere Trujillo, la luz de la verdad comienza a entrar de otra manera en el cuarto de la voz narrativa, y el bar de La Turca ha logrado su verdadera balada, la venganza por la muerte del españolito Alberto Cuadra a manos de los sicarios de Trujillo.

Ante este escenario, la atmósfera no puede ser otra que la del desencanto, pues por voz del doctor Cordones podemos escuchar esa risa, la de siempre, aquella que ata el destino dominicano al autoritarismo. De ahí que, luego del ajusticiamiento de Trujillo, la juventud tampoco encuentre salida. Por lo contrario, es la lucha política la que se deja ver en el horizonte. Para los jóvenes, el 14 de Junio y el MPD se impone la lucha política, mientras que la democracia, poco a poco comenzará a tener otra historia y otros relatos ficcionales.

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