Rafael Torres: un diminuto campeón mundial, fue un monarca «oxidado»

Rafael Torres: un diminuto campeón mundial, fue un monarca «oxidado»

POR CARLOS NINA GóMEZ
Se puede afirmar, sin caer en hipérbole, que la década de los 80s fue la de más éxitos para el boxeo profesional de República Dominicana.  En otro trabajo que forma parte de esta serie, se destacan los logros obtenidos por el pugilismo rentado del país en la década de los 70, especialmente, por la calidad que exhibieron sus más capacitados representantes.

Y entre esos estelares pugilistas criollos hay que citar, por supuesto, a Juan Guzmán quien con gallardía, capacidad, resistencia y alta dignidad, conquistó -aquella positiva noche del 1 de julio de 1976- el cinturón mundial del peso minimosca al derrotar, en 15 violentos asaltos, al panameño Jaime «El Cieguito» Ríos.

No obstante, en los años 80 el pugilismo profesional dominicano -y este dato quizás ha sido olvidado hasta por especialistas locales- se adueñó de tres coronas mundiales.

Ya fueron publicados las radiografías históricas de Leonardo «Leo» Cruz, Eleoncio Mercedes y Julio Gervacio quienes ganaron sendos campeonatos mundiales en los pesos súper gallo, mosca y nuevamente súper gallo, respectivamente.

El 11 de agosto de 1989, casi terminando el decenio de los 80, un diminuto boxeador quisqueyano nacido en la próspera y querida región del Cibao, también entregó a la patria de Duarte y Luperón un campeonato mundial.

Rafael Torres, de guardia zurda, hizo su aporte a la historia del boxeo pegado del país y se cubrió de gloria al conquistar el cetro del peso paja (105 libras) respaldado por la entonces naciente Organización Mundial de Boxeo (OMB) que tenía como presidente al prestigioso abogado Ramón Pina Acevedo quien era, al mismo tiempo, Comisionado Nacional de Boxeo Profesional de República Dominicana.

Yamil Caraballo, un flaco boxeador colombiano -oriundo de Cartagena de Indias, fue el rival de Torres. Protagonizaron un combate que se extendió a los 12 asaltos reglamentarios para un campeonato del mundo y que estaba vacante.

Con calidad y bravura

Rafael Torres, quien presentaba un expediente profesional de apenas nueve peleas, subió al cuadrilátero para enfrentarse a Caraballo por el citado título mínimo.

La pelea se llevó a cabo por una seria y responsable iniciativa de Pina Aevedo, quien puso en ejecución su liderazgo en la OMB para -afirman expertos- facilitarle la oportunidad al peleador cibaeño de optar por el cinturón universal de las 105 libras.

El escenario de la reyerta fue un ring instalado en el entonces moderno y acogedor Hotel Jaragua.

Un dato muy especial que figura en la limitada carrera profesional de Rafael Torres: cuando llegó al cuadrilátero a contender por la corona mundial sólo había peleado nueve veces.

Es decir, que era, todavía, un boxeaodr novel, con poca experiencia como para ir a un combate tan importante.

Cuando un pugilista va a combatir por un título mundial, anque sea ya un gladiador de vasta experiencia -digamos que ha peleado más de una treintena de ocasiones-, pues sabe lo que es enfrentarse a un rival e ir en busca de un reinado de tanta trascendencia.

Sin embargo, el muchacho del Cibao prácticamente ni se inmutó, seg{un han expuesto periodistas que cubrieron el pleito titular con Caraballo. Según los mismos criterios, Torres peleó sin dejarse impresioanr por el escenario y nunca temió a su enemigo colombiano.

De igual modo, en medio del combate se observó el siguiente dato: Yamil Caraballo también era un peleador imberbe, porque apenas había subido al ensogado en ocho ocasiones. Es decir, que se trataba de una pelea por el título mundial en la que sus protagonistas eran, aunque parezca paradójico, dos novatos.

Torres, en todo el trayecto del pleito, demostró no sólo capacidad, probada técnica y excelente comdiciWn física, sino bravura.

Nunca rehuyó la pelea de tú a tú. El quisqueyano casi siempre era el que comandaba la ofensiva. Y en el contragolpe, siempre fue quien conect{o más golpes.

Como es lógico, un boxeador de la división mínima nunca suele decidir sus peleas por la vía del nocaut. Es que su pegada no se caracteriza por el «punch», o golpe determinante para terminar las acciones antes del límite.

No obstante, Torres impuso respeto con sus puños. Y lo dejó demostrado cuando en el octavo round combinó sus golpes para depositar en la lona a Caraballo quien, sin embargo, se levantó a la cuenta de los ocho segundos de regla, y se mantuvo de pie hasta terminar la pelea pactada a 15 vueltas. En esa época todavía imperaba la regla de los 15 rounds para combates por coronas mundiales.

La pelea, aunque no finalizó por el nocaut que, parece, esperaba Torres, fue ganada por el dominicano tras una decisión unánime.

Fue, obviamente, una noche de manifiesta felicidad para el pugilista cibaeño y toda la ferviente fanaticada del boxeo.

Y se resalta que el liderazgo de Pina Acevedo, en su condición de presidente de la OMB, desempeñó un papel de primer orden para que Torres obtuviera el fajín mundial de las 105 libras.

Al ser anunciado como el campeón mundial mininimosca de la OMB, Rafael Torres dio inicio a un disfrute en grande. Al día siguiente, en caravana, el flamante monarca universal viajó a su pueblo de Santiago de los Caballeros para celebrar, «con todos los hierros», su corona.

El campeón oxidado y…

Rafael Torres, tras conquistar el cetro minimosca de la OMB, transitó un espinoso camino. Prácticamente, el mismo camino que trillaron otros paisanos también conquistadores de títulos mundiales.

Pero el caso de este pequeño gladiador fue más tétrico, porque se puede asegurar que la ganancia de su cetro «pasó con poca gloria y mucha pena».

En la columna Cuadrilátero, que el autor de estos trabajos escribió a raíz de la vicisitudes que pasaba el inactivo monarca criollo, dijo: «Rafael Torres se estaba convirtiendo en un campeón oxidado».

Oxidado, porque después de más de un año de ganar el título minimosca omebeísta, no acaba de aparecer un retador. ¡Y esto estaba llenando de frustración al modesto peleador dominicano!

Un familiar de Torres, Enrique Familia, sin conocer las itrínguiles del boxeo, se vio precisado -para proteger a su pariente- a poner sus recursos (económicos) para facilitar que el monarca criollo hiciera la primera defensa de su corona.

Con el auxilio del presidente de la OMB, Pina Acevedo, se buscó, aunque con una serie de dificultades, pactar el primer combate de Torres como campeón del mundo.

Yamil Caraballo y el apoderado hicieron lo imposible para que se firmara un segundo combate con Torres. Y casi lo logran aprovechando que el campeón no encontraba con quién defender el cetro.

La segunda batalla entre Torres y Caraballo se celebraría en Colombia. Y el campeón de la OMB estuvo a punto de contender nuevamente con el colombiano.

Sin embargo, no se «maduró» el proyecto que se quedó en el papeleo hasta que el quisqueyano se vio obligado a viajar a Indonesia para aceptar una oferta hecha para enfrentarse a un local.

Rusni Ray, era el nombre del retador de Torres. Para pactar este combate no hubo ningún problema y el 31 de julio de 1990, en la capital de Indonesia (Yakarta) fue realizado el combate que ganó, de manera cómoda, el quisqueyano.

Después de este triunfo se pensaba que Torres iba a ser mercadeado y llevado a pelear por lo menos 5 ó 6 veces más en defensa de su corona.

Pero ¡vaya pena! El campeón volvió al óxido y se mantuvo inactivo durante más de 18 meses lo que, ya frustrado, decidió abdicar al título. Y lo entregó a la OMB.

Transcurrido un largo tiempo de inactividad, Torres, en un intento de regreso positivo -y hasta en busca del retorno a un reinado mundial-, quiso probar suerte como retador al título mosca (112 libras) de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).

El titular de ese peso era el tailandés Chana Porpaoin y Torres, ahora en manos del promotor cubano-estadounidense Félix «Tuto» Zabala desafió al monarca de las 112 libras.

Pero, como era de esperarse -de acuerdo con los expertos, que vaticinaron su fracaso-, el quisqueyano no tuvo éxito.

El 28 de noviembre de 1993 -un 28 de noviembre, pero de 1987, Julio Gervacio ganó el título súper gallo al vencer a Louis Espinoza- Rafael Torres cayó fulminado por un nocaut en el cuarto round.

Y a partir de ese mal momento, el ex-camopeón quiequeyano comenzó a ver oscuro su camino.

De manera que Torres se inscribe, también, en la lista de los monarcas universales dominicanos que pasaron a ser, por desgraciada circunstancia de la vida, ¡campeones de estancia efímera!

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