El fusilamiento de Caamaño

El fusilamiento de Caamaño

Hace 44 años que fue fusilado en la cordillera Central el bravo Francisco Alberto Caamaño Deñó, último militar dominicano con visión de Patria y equipo colgante para defenderla.
La importancia de Francisco Alberto Caamaño Deñó no ha sido calibrada como merece, debido a temor a la represión desatada después de la gloriosa Guerra de Abril de 1965, la cual encabezó gallardamente.
En aquella ocasión, miles de hombres y mujeres del pueblo, profesionales liberales, amas de casas, empleados públicos de bajos ingresos, estudiantes, cientos de militares, acudieron a la lucha por el rescate de la Constitucionalidad, respeto a los derechos humanos y el Estado de derecho. Se perseguía el derecho a vivir sin temor.
Sólo buscábamos eso, vivir, poder desarrollarnos como sociedad, como familia, como personas, dentro de un ambiente en el cual se respetara la regla de oro de la democracia, aquella que dice que todos tenemos igualdad de derechos ante la Constitución, las leyes y reglamentos.
No pedíamos más, pero ese reclamo que superficialmente se pronuncia con pocas palabras, encierra una montaña de deberes dentro de un profundo ejercicio de la libertad y los derechos fundamentales.
Acudimos al clarín que llamó al respeto a la constitucionalidad y luego a la Guerra Patria contra el invasor extranjero.
Algunos avances se ven, se viven y otros se reclaman con ardor, con respeto, con firmeza, sin prisa, pero sin pausa.
La vida es un ejercicio constante en el que unas van de cal y otras van de arena, pero los derechos sólo se conquistan, no se mendigan.
Al final de la guerra de 1965, nos disminuyó, nos arrinconó, nos cortó las alas, la vuelta a prácticas políticas, militares, policiales, de gobierno, que favorecieron a los antipatriotas, a los que se ligaron a los peores intereses nacionales y extranjeros, en una mancuerna perversa
Nadie sabe cuántos combatientes constitucionalistas fueron asesinados por los cobardes que se quedaron con y en el poder. Se trataba de soldados salidos del montón, como decía el poeta Federico Bermúdez, de los que van a la guerra sin nombre y sus cuerpos sin vida no son identificados. A esos los persiguieron y los mataron por docenas.
El sentido de la responsabilidad, principal virtud de Francisco Alberto Caamaño Deñó, se impuso y tomó la decisión de luchar por un régimen de libertades públicas en el cual la ley fuera el rasero que midiera a todos los ciudadanos por igual.
No lo logró. Cayó asesinado mientras el eco de la montaña repetía cana, cana, último trozo de la frase: ¡Viva la República Dominicana! acallado por la metralla disparada por hombres que sólo usaron el uniforme para desdoro de las Fuerzas Armadas.
¡Aún hay Patria!

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