La edad y la política

La edad y la política

Cuando los jóvenes “conspiran” políticamente no sucede nada extraordinario; han “conspirado” siempre, en la RD y en otros países; sus actividades y “conjuras” suelen terminar en la prisión, esto es, en el fracaso completo. Esos jóvenes, atrevidos y altaneros, hablan más de la cuenta; de este modo alertan a los agentes del DNI; ese organismo de investigaciones no necesita hacer grandes esfuerzos para descubrir los propósitos de estos jóvenes; puede decirse que ellos mismos casi los pregonan. Los viejos, en cambio, son más peligrosos al escoger el camino de la “conspiración”. Son más cautos, ladinos, previsores y no alardean como los jóvenes.

Los viejos suelen ser lentos y menos apasionados que los jóvenes. Los viejos, más sagaces, tienen costumbres previsibles; visitan regularmente clubes, amigos, farmacias. También a ellos pueden seguirle la pista las autoridades gubernamentales. Pero esos “adultos mayores” guardan las apariencias y manejan sus asuntos con mayor discreción que los jóvenes. El ímpetu de los jóvenes -una energía importantísima en la política-; en los viejos queda relegada a un segundo término. La tenacidad sustituye al ímpetu; las provocaciones innecesarias son eliminadas por principio; y los discursos, reducidos al mínimo. Peña Gómez es un ejemplo de líder político joven; Balaguer es el típico político astuto y experimentado.
Los jóvenes son imprescindibles; pero los viejos cumplen un papel que no debe ser minimizado. Peligrosos son los jóvenes impetuosos; y peligrosos son los viejos mañosos y disciplinados. Más peligrosa aún resulta la suma de jóvenes y viejos en actividades políticas. Hay momentos en que los pueblos tienden a juntar viejos y jóvenes para intentar resolver problemas sociales peliagudos. Ha ocurrido esa situación en nuestra historia republicana reciente; y puede ocurrir otra vez, porque las condiciones para ello son favorables.
La economía interna, los conflictos entre los partidos, la inconformidad de los trabajadores, el número creciente de emigrantes haitianos, crean disgustos sin aparente solución satisfactoria. Añada el lector la indefinición de algunos problemas internacionales en los EUA y en Europa. Entre Trump, Merkel, Le Pen y Putin, pueden iniciarse desavenencias, que desencadenen “atrevimientos” políticos en países pobres y pequeños. Entre viejos y jóvenes las diferencias no son, principalmente, económicas o ideológicas; son únicamente cuestiones hormonales y “de estilo”.

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