La educación ante todo

La educación ante todo

MARTHA PÉREZ
La dinámica de vida en que se desenvuelve la sociedad dominicana en este momento, abraza signos de inseguridad que cohabitan en intenciones malsanas de sectores interesados en dar un giro contrario a todo lo que se parezca a la tranquilidad, seguridad, paz y sosiego, que se ha planteado el presente gobierno mediante las ejecutorias de un plan de acciones políticas tendentes a lograr una República Dominicana con progreso económico, democracia real y equidad social.

Las modalidades de delincuencia callejera, de delincuencia de cuello blanco, están llevando a un nivel desafiante los actos de violencia que vienen golpeando a nuestra sociedad, tocando especialmente a sectores -que como blancos- son de su interés para llevar un mensaje implícito en sus acciones. Ante los hechos más recientes, como es el atentado contra el reconocido comunicador social Euri Cabral (una de las personas que según el rumor público, ocupan una famosa lista de objetivos, junto a otras figuras del medio social y político) ha surgido una serie de opiniones que entremezclan la forma y el fondo de un hecho que lo menos que ha podido causar, es el repudio de la sociedad en general, lo que de plano descalifica aquellas opiniones que han pretendido «censurar» la actitud del Presidente Leonel Fernández, de referirse a la violencia como un mal al que hay que enfrentar y erradicar de manera contundente.

Enfrentar la delincuencia como forma de evitar la violencia es un problema de educación. La mayoría de los actores delincuenciales, que los hay de distintas categorías, tienen un entorno familiar, en el que casi siempre se desconoce la actividad de esos individuos fuera y dentro del hogar, porque no existe ni ha existido un concepto de familia que haya sustentado su desarrollo y su relación humana. Y cuando sus acciones sobrepasan el marco de «lo prudente» y son buscados, enfrentados y vencidos por las autoridades policiales y militares competentes, entonces tienen dolientes y resultan ser «santos varones». El resultado, desgraciadamente es una familia (casi siempre una madre) sorprendidos y desconsolados que se vuelven impotentes porque estuvieron criando y conviviendo con un ser humano, cual sean sus condiciones socio-económicas, que llevaba dentro de sí a un desalmado. Estos individuos, convertidos en desechos humanos por la falta de educación y de conciencia, se dejan llevar por las circunstancias, ya sean impuestas por la vida misma o creadas a pura papeleta por mercaderes de delincuentes y de criminales, quienes también -aunque se hacten de pregonar su nivel de educación y de conciencia; su poder y su liderazgo- pasan a ser desechos humanos guardados entre sacos y corbatas. Frente a este cuadro conductual, la educación ante todo. La educación debe comenzar en el seno del hogar con la enseñanza de modales correctos, de cumplir los deberes dentro de la propia familia y luego dentro de la sociedad, para poder exigir los derechos; con la práctica del respeto, del saber escuchar y de manejar las diferencias; de aprender a aceptar los éxitos y los frecasos; entre otros múltiples aspectos que van dando valor a lo humano, sentido a la vida y peso moral a la sociedad.

Sin estos factores producto de la educación, el individuo se deshumaniza, va perdiendo el sentido de su propia vida y no reconoce valor para la vida ajena, lo que va generando la pérdida del valor moral de la sociedad que en el rumbo hacia el deterioro podría ser arropada por un fuerte oleaje de convulsión social y hasta política. La sociedad dominicana, pese a encontrarse afectada en estos momentos por cierto nivel de deshumanización, como consecuencia de las precitadas intenciones malsanas que usan de manera cobarde a los deshumanizados o se encargan de deshumanizarlos, todavía no ha perdido todo su valor moral. Urge entonces una amplia y diversa campaña de educación articulada por igual, con un amplio programa de seguimiento y vigilancia a la delincuencia, tendente a enfrentar y erradicar los bochornosos actos de violencia que están interfiriendo en la buena marcha de la democracia dominicana.

Esa campaña educativa y programa de seguimiento y vigilancia han de ser integrados y coordinados por todos los sectores de la sociedad civil (en el más amplio sentido del concepto), con una militante participación ciudadana;  por las instituciones públicas incumbentes, con una participación de vanguardia de los organismos policiales en sus funciones inherentes.  Tal vez, comenzar con la consigna: «Contra la delincuencia y la violencia, la educación ante todo», sería un buen primer paso a poner en practica desde lo individual.

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