«Socorro, soy mujer»:
una reflexión entre humor y drama

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POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
La pertinaz llovizna que durante todo el día del sábado cayó sobre la ciudad, no impidió que un público deseoso de entretenimiento llenara la platea de la Sala Ravelo del Teatro Nacional. La oferta teatral que promociona la comedia «Socorro, soy mujer», de la argentina Cristina Wargon, resulta atractiva, como también la presencia en escena de Edilí, actriz que ejerce fascinación en determinado público teatral que la sigue y aplaude.

Siguiendo la tendencia feminista de la dramaturgia actual, la autora, dentro de esos parámetros, nos presenta el tema de la mujer y su problemática en contraposición al machismo secular. La mujer en esta obra es cualquier mujer pequeño burguesa de cualquier país tercermundista, nacida en la medianía del siglo XX; es el prototipo de mujer de ese tiempo, un tiempo que nos alcanza; es la clásica ama de casa, madre y esposa resignada, producto de la crianza de una madre casquivana de dudosa moralidad, y los principios estrictos que le fueron inculcados por las religiosas del colegio decimonónico donde fue educada.

Cristina Wargon nos cuenta una historia simple, común a miles de mujeres, pero dentro de esa simplicidad existe un drama, expuesto a través de una estructura dramática cargada de ironía, en la que se satiriza la realidad. La mujer en retrospectiva describe lo que ha sido su vida, desde la infancia hasta el momento en que abandonada por el marido, enfrenta con valentía su propia realidad. Tras cada episodio evocado en los que aparecen los personajes que son parte de su historia, se produce en ella una especie de catarsis, que le impulsa a seguir adelante. El lenguaje cargado de picardía, de buen humor, en el que abundan las frases de ingenio, acerca la pieza a la comedia dramática.

LA PUESTA EN ESCENA

No conocíamos a priori el texto, por lo que ignorábamos cuales acotaciones pudo haber sugerido la autora, pero partiendo de lo liviano del texto dramático, apreciamos una puesta en escena inteligente por parte del director. Enrique Chao saca partido a todos los elementos que dan sustancia a la representación. Los personajes genéricos, sin nombres –poco importan- mujer, esposo, madre, hijos, educadoras, amantes, son manejados y colocados con teatralidad atrayente. Las intermitentes salidas y entradas de los actores secundarios, acompañados de hermosos trozos musicales, complementan el discurso escénico.

Una primera visión atractiva e impactante nos descubre enmarcados en un gran marco, –principal elemento escenográfico- a la mujer y el esposo en trajes conservadores de su época de juventud, cuyas sonrisas forzadas, nos recuerdan las fotografías posadas, de principios del siglo pasado. Las magníficas luces diseñadas por Lillyanna Díaz, realzan el gesto y la lenta descomposición de la imagen.

La mujer, –Edilí- salida del cuadro, despojada de su vetusta indumentaria, y colocada en el presente, inicia sus parlamentos, los que adoba con criollismos, convirtiendo a la mujer en una dominicana. La actriz no transmite emociones, se limita a exponer, pero lo hace con gracia. Sus inflexiones son lineales, con poca modulación; termina los parlamentos en un estribillo tonal, a la espera de la respuesta –risas- del público, que se producen frecuentemente, porque sin duda Edilí tiene buen desempeño en la comedia ligera.

Miguel Ángel Martínez, el esposo, produce una actuación auténtica, utiliza el silencio como mecanismo sustituto, y lo maneja muy bien. Sus escasos parlamentos son dichos con propiedad, y el gesto oportuno es siempre elocuente. Su personaje en su brevedad, trasciende, se deja sentir.

La madre –Gina Marte- resulta verdaderamente simpática; la actriz sabe explotar el humor que indefectiblemente provoca la risa contagiosa. Los demás personajes son representados con acierto, y buena dosis de humor, por Danilo Reynoso, Ninoska Martínez y la propia Gina Marte.

El director Enrique Chao supo encontrar la concreción escénica más apropiada para esta representación, incorporando sus experiencias a la creación del espacio escénico e imprimiendo un ritmo sostenido al desarrollo de la acción.

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