¿Juventud robada: «Juego de Tronos»?

¿Juventud robada: «Juego de Tronos»?

Sí, ¡ombe!, ya lo sé, Juego de Tronos se acabó. Pero su daño psicológico continúa y cómo abarca a los millones de fanáticos que la siguieron durante casi una década o, por lo menos vivieron el capítulo final, se identificarán con los suplicios causados en los “alter egos” de Daenerys Targaryen, Jon Snow, Samsa Stark o, a la verdadera heroína, Arya Stark.
¿Cómo afectó dedicarle diez años de la vida a personificar unos caracteres en un mundo «pseudo medieval» a tu estructura psicológico-mental? Eso vamos a descifrarlo a partir de una entrevista a la psicóloga Alma Marín, especializada en traumas, realizada por el sitio web Los 40, disponible en el siguiente enlace: https://los40.com/los40/2019/05/30/cinetv/1559221972_258195.html
El destape se inició con Jon Snow (nombre de bastardo) pero que terminó como un Targaryen y único verdadero pretendiente al Trono de Hierro y hubo de ser ingresado por una crisis de alcoholismo al “descompensarse su personalidad” cuando se enteró que terminaba como un traidor, asesino de su tía, amante y reina. Señala la psicóloga: “Kit Harington (el actor que refleja a Jon Snow) explicó en varias entrevistas que su «periodo más oscuro fue cuando Jon murió y resucitó (…) Cuando te conviertes en el protagonista de una serie y es una serie con tanto poder, el foco en ti es jodidamente aterrador».
También la actriz que daba vida a la Madre de dragones sufrió algo parecido: “En el momento en que todos mis sueños de niña parecían haberse hecho realidad, casi perdí mi mente y luego mi vida. Nunca he contado esta historia públicamente, pero es el momento”. El lamentarse de haber perdido la década de los veinte años de tu vida de mayor espontaneidad, significa sentirte vacía de experiencias vitales que no llena tu plenitud. Más cuando te lamentas que no tomaste del “set” un recuerdo, como lo hicieron los otros. Su deseo era llevarse un dragón.
A Emilia Clarke también le afectó físicamente porque en una de las sesiones empezó a encontrarse mal, «como si una goma elástica me apretase el cerebro. Intenté ignorar el dolor, pero no pude. Le dije a mi entrenador que necesitaba descansar». Y en el hospital le detectaron dos aneurismas.
Samsa Stark o Sophie Turner y Arya Stark o Massie Williams, llevan la cruz más pesada, ya que pasaron su adolescencia –de los 11 a los 22 años- una etapa donde se forja la personalidad. El caso de Samsa, la crítica en las redes la hundían en una depresión que le duró cinco años. Por su parte, Arya Stark sufrió –a diferencia de ser fuerte y aventurera- una fase de auto-desprecio u odio.
Marín aclara que «en realidad no te odias a ti misma, odias lo que sientes, el estado en el que estás. Supongo que ella estaría con mucha ansiedad, estrés, no integrada con sus amigos y odiaba sentirse así. Por eso buscaba cualquier excusa para tirar la toalla y qué mejor que la gente odie lo que estás haciendo para que no se lo pidan más».
Maisie acababa explicando que «todos podemos sentirnos identificados con eso, diciéndonos a nosotros mismos cosas horribles.» Algo que en lo que está de acuerdo Marín y que señala que «son respuestas del cuerpo, ante situaciones estresantes que nos ocurren a todos (en mayor o menor medida), por lo que todo se desarrolla en si te sientes seguro (calmado, tranquilo, creativo), en peligro (ansiedad, hipervigilancia, lucha, defensa) o depresivo (no siento nada y quiero que pase todo esto)».
¿Cómo nos afecta, a todos y a cada uno? En el grado que nos hayamos identificado con uno u otro personaje, podríamos estar atribuyéndonos características conductuales y hasta asumir patrones ideológicos que nos justifiquen cambios de personalidad. No es para llegar a los extremos de Kit, Emilia, Sophie y Massie; verdaderamente debemos asumirlos que el entusiasmo y las emociones que genera una serie dramática no son pocas y pueden afectarnos muy profundamente. Tomemos nota de las lecciones aprendidas.

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