Religiosidad popular y cotidianidad

Religiosidad popular y cotidianidad

TAHIRA VARGAS GARCÍA

Nuestra cultura popular es dinámica. En ella se mezcla la reproducción de expresiones y manifestaciones que recrean nuestras raíces sincréticas, multiétnica y multicultural,con la integración de elementos nuevos en la cotidianidad.
El ritmo de vida rural está vinculado a los ciclos de la naturaleza como los tainos, el agua-es sagrada, las fuentes de agua generan rituales a “indios que viven en las aguas” dándole presencia a nuestros ancestros.
El sentido de la celebración en cada momento de nuestra vida es parte de nuestra herencia africana, celebramos cuando sufrimos y lloramos, la alegría, la tristeza, la vida y la muerte son motivos de fiesta.
El estigma y desprecio colonial hacia nuestros aborígenes y a la población africana traída en condición de esclavo sigue presente en nuestra sociedad. Así como a los tainos los españoles le llamaban “vagos” así las élites de este país le llaman “vagos” a los sectores populares discriminándolos, no logran comprender la lógica fiesta-trabajo-fiesta-vida.
La mezcla de las culturas taina-africana ha estado invisible en nuestra historia y da razón a lo que somos hoy. Nuestra forma de hablar, nuestras comidas, el peso de lo colectivo y la solidaridad en la cotidianidad son una herencia de nuestros antepasados y de esta interculturalidad.
A pesar de que las manifestaciones mágico-religiosas y la cultura de nuestros ancestros han sido reprimidas y sancionadas todavía hoy nuestro pueblo realiza con atabales, percusión y su cuerpo las celebraciones de su religiosidad popular con raíces afrocaribeñas.
El ejemplo más claro del peso de este sincretismo mágico-religioso fue la pasada celebración en septiembre del día de San Miguel, un día en el que se produjeron múltiples manifestaciones con fiestas de palos-atabales en muchos barrios urbano-marginales y comunidades rurales de distintas provincias.
En la actualidad hay una práctica continua de negación de nuestra identidad como se la negaron a nuestros antepasados tainos y africanos. Un país formado por migrantes desde sus inicios hasta hoy, niega sus raíces y pretende hacer una cirugía a la dominicanidad para despojarla de su alto componente de negritud.
Las personas negras no son consideradas dominicanas, son haitianas y están expuestas a que las repatríen a un lugar que no conocen ni echaron raíces. Así como repatriaron a nuestros antepasados y los desarraigaron de sus tierras.

Hoy más que nunca debemos reconocer nuestras raíces y nuestra historia, depurando en ella las distorsiones interesadas y ocultamientos. En nuestra cultura popular esta historia tiene vida desde la práctica, aunque no se manejan los discursos identitarios por la desigualdad y exclusión en que han vivido a través de la historia los estratos pobres de nuestra sociedad.

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