Irritantes privilegios

Irritantes privilegios

No es algo que deba quedar ahí para siempre ni visto con indiferencia. Procede reprobar y exigir su desaparición: Los legisladores dominicanos no deben continuar con accesos extraordinarios a fondos públicos para promoverse como entes que reparten limosnas para ganar o conservar adhesiones a costa de los contribuyentes en quebrantamiento de equidad agravado en períodos electorales. De pretender reelegirse quedan lanzados a competir contra quienes carecen de ese patrocinio estatal ilegítimo. Una desigualdad creada por el propio Poder Legislativo en incorrecto uso de potestades. En violación a las reglas de igualdad democrática. Empleo de recursos dignos de usos sociales por vías institucionales. El Estado, dador de importes, no es propiedad de sus autoridades.

La existencia de «barrilitos» para senadores y de subsidios similares a diputados para sustentar nombres a base de la caridad, eleva los costos del órgano congresual que superan la media en el continente con membrecías en disfrute de sueldos y dietas excepcionales, receptoras de exoneraciones para autos de lujo y disponibilidad abundante de juguetes y otros objetos para obsequiosidades de temporada pagadas por los contribuyentes. Beneficios unilaterales que poco ayudan a proyectar imágenes positivas fuera de las aisladas relaciones con comunidades. Más motivos para que la gente arremeta con críticas esta forma de gobernar… y estalle un día.

Premeditación y nocturnidad

En superioridad numérica y a la sombra de la noche, una tropa de corpulentos agentes desplazó de malas formas del escenario de su protesta (amparada por la Constitución) a débiles campesinos seibanos instalados cerca del Palacio Nacional tras una vulneración de derechos que consideran adquiridos sobre un terreno estatal. Creían que el Poder reaccionaría sensiblemente en vez de negarse, como ocurría hasta ayer, a escuchar de primera mano sus reclamos que no le eran ajenos totalmente.

No hubo prudencia para que al menos se pudiera decir que las autoridades mayores no exceptúan de su atención ni de su capacidad para resolver conflictos y aliviar pesares ningún perjuicio ciudadano; no hay que estar en los zapatos de los agricultores maltratados para sentir pesar. No se sabe en qué momento cambiarán las actitudes.

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