Donde van a morir los elefantes

Donde van a morir los elefantes

“¡Qué infierno es este ambiente de universidad yanqui!
Con razón dicen en Estados Unidos que las universidades son los sitios donde van a morir los elefantes.”
“Donde van a morir los elefantes”, José Donoso. Editorial Alfaguara, 1999.
“Las mujeres no escriben. Y cuando escriben, se suicidan”. Cristina Peri Rossi.
(Recuerdo de la escritora uruguaya sobre la recomendación de su tío).
Juan Carlos Pérez Salazar: “Las escritoras latinoamericanas durante el Boom”
El sábado 19 de octubre en Areito publicaron un trabajo de crítica literaria sobre una joven poeta dominicana. La obra despertó una ola de protestas y repudio en las redes digitales.
Recordé que hace muchos años, mi hijo Mauro, que hacía su postgrado en Argentina, en el año 2006, hizo un blog para que yo escribiera las historias de vida y me sintiera acompañada. En el año 2005, viví una experiencia de acoso laboral y escribí una historia que ahora reviví al seguir los avatares de Rosa Silverio.
La historia decía más o menos así: De pronto, un artículo en una revista de mujeres en el salón, un informe de psicología forense en la mesa de trabajo de la oficina, la frase de un libro del escritor chileno José Donoso leído al final del día me recordó un artículo que hace muchísimos años Bienvenido Álvarez Vega publicó en el suplemento “Realidades” del periódico “El Siglo”.
El artículo escrito por el filósofo y sociólogo argentino Mario Bunge relataba una tragedia ocurrida en una universidad norteamericana, donde un catedrático había matado a un compañero y al jefe de la cátedra.
De aquel artículo deben haber pasado como veinte años, sin embargo recuerdo el clima de aquella crónica, que en aquel entonces no tenía nombre. El clima de acoso podía llamarse crónica de un homicidio, envidia de catedráticos, resumen del infierno de las universidades norteamericanas contado con la lucidez inigualable de José Donoso.
Hace un tiempo leí en el salón, en la revista Marie Claire un artículo titulado “Terrorismo en la oficina”.
El relato tenía el aroma familiar de muchas cotidianidades nuestras.
Se llama “Mobbing laboral”. Quiere decir “atropello o acoso laboral” y fue estudiado y descrito por el psicólogo alemán Heinz Leyman, en 1986.
Es el llamado psicoterror laboral, hostigamiento psicológico en el trabajo o atropello moral.
Los estudios ubican el origen del hostigamiento laboral en emociones tan básicas como la envidia y el deseo de poder de las personas, que se comportan como si se tratara de una jungla donde impera la ley del más fuerte.
Se impone en la oficina como algo intangible y es difícil de detectarlo. Surge con actitudes aparentemente inofensivas o inconscientes pero es un monstruo social que empieza a tomar forma y es indetenible.
Se traduce en la manipulación del trabajo, ocultación de datos relevantes a fin de desacreditar, se lo aísla física y moralmente en su entorno laboral, se le difama y descalifica ante el resto de los compañeros profesionales, se lo descalifica, se lo persigue moralmente, con rumores falsos y se despliega un sordo ataque sistemático que usado con frecuencia, y durante largos períodos se torna en una poderosa arma de incomunicación que deteriora su imagen y reputación.
Es indefinido, discreto, sutil y deja sin armas de defensa a la víctima por lo insidioso y velado del ataque.
El perfil de la víctima es una mujer de entre 25 y cincuenta años, “brillante en su trabajo y con cualidades de persona sobresaliente”.
Las víctimas más comunes son “personas muy brillantes en su trabajo, preparadas, responsables, colaboradoras, inteligentes, muy productivas en comparación con los demás, que tal vez evidencian el trabajo de sus compañeros, o que son demasiado eficaces y amenazan el estatus social de su jefe”.
En la mayoría de los casos son personas atractivas, sociables, con un carácter fuerte, y buena autoestima, inteligentes y de buen aspecto físico que suelen despertar la envidia entre sus compañeros de trabajo. Pero si en Marie Claire daban un sesgo de género, el acoso moral puede atacar indiscriminadamente a hombres y mujeres por la sencilla razón de que no le simpatiza al jefe, no se integra al grupo, molesta a los demás por su carácter o acciones, o simplemente, la empresa lo desea despedir sin pagarle una justa indemnización.
El perfil del acosador arroja datos curiosos, como por ejemplo que de los dos, es el de carácter débil.
“Es inseguro, envidioso, narcisista y oportunista. Tiene un profundo complejo de inseguridad que lo hace disfrazarse de seguro y firme, busca aprobación y el reconocimiento por encima de todo”.
Detrás de esa fachada brillante “hay una persona insegura, falta de ética, poco asertiva pero muy hábil en la manipulación, que empleará toda una serie de artimañas para rodearse de mediocres que ensalcen la idea que tiene de sí mismo, mientras machaca psicológicamente a quien no está dentro de su séquito. Humillan y maltratan a sus víctimas para reafirmarse en su papel de fuertes”.
Puede asemejarse a un linchamiento llevado a cabo por todo el grupo que se inició con el silencio, la amenaza, ataques verbales a su trabajo, se le ningunea y excluye deliberadamente, se lo difama y desprestigia para presentarlo como incapaz, o bien le asignan tareas irrelevantes que van minando la autoestima.
El sentimiento de injusticia e impotencia, los rumores malintencionados y humillantes van creando un cerco en torno a la víctima de acoso o “mobbing laboral” que se traduce en llanto, depresión que inhabilita para trabajar y hasta lleva al suicidio cuando el daño psicológico es irreparable.
El artículo de Marie Claire seguía indagando y dando posibles recetas sobre cómo sobrellevar ese acoso moral. En países como Suecia y España, el acoso moral está tipificado como delito, y si reúnen pruebas suficientes se puede demandar legalmente al acosador.
En el portal de las mujeres argentinas, iberoamericanas y del Mercosur “Agenda para mujeres” me encantó un artículo, me dio un montón de información y abrió la puerta de la esperanza para ver a futuros tiranos y tiranas locales emplazados legalmente por abusadores.
Encontré un artículo de Pablo Calvo que se titula “Tiranos en la oficina: violencia laboral” donde relata más o menos lo mismo que el artículo de psicología de Marie Claire, el relato de los catedráticos norteamericanos de hace veinte años, y la novela magistral de Donoso. Pero la buena noticia es que ahora hay un marco legal para acabar con ese nuevo monstruo que por no tener nombre todavía es indestructible.
En Argentina, para María Alicia Rendon, especialista en resolución de conflictos, esta nueva forma de acoso, que no es estrés, ni acoso sexual, ni tensión pasajera en el lugar del trabajo, es una nueva forma de “violencia laboral”.
Es una acción, “que durante un tiempo prolongado, afecta la dignidad del trabajador, su derecho a no ser discriminado, el respeto de su honra, y su integridad física, psíquica y moral. En casos extremos, desencadena daños psicológicos graves, pérdida de empleo y hasta suicidios”.
Un profesor universitario consultado por Clarín dio las señas del acosador laboral: “hay una frase perfecta para definir al acosador laboral…, pero su mamá no tiene la culpa”.
“Son los y las tiranas del lugar de trabajo con una personalidad psicopática, con alteración del sentido moral y ausencia de culpabilidad. Tienen entre otros atributos la cobardía, la mentira, la mediocridad y el complejo de inferioridad. Son escondedores, competitivos, de malos modales, gritones, mal predispuestos al diálogo, exhibicionistas de su supuesta impunidad y muy rencorosos”.

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