Errores electorales

Errores electorales

La incomprensión de la cultura política conduce a posturas inelásticas porque la rigidez, en ciertas ocasiones, constituye el refugio por excelencia de los que temen a las aperturas que garantizan mayorías, pero reducen sus ámbitos de participación en los espacios de poder. Resistencias ancladas en aspectos personales trazan el camino de derrotas que, en el orden de lo electoral, cambian el curso de la historia, después el encono y lamento por no cristalizar entendimientos inteligentes que no dañan la naturaleza ética ni el compromiso con los cambios que demanda la sociedad.
La jurisprudencia de los errores electorales nos conduce por el camino de la reflexión sensata para no repetirlos. Jacobo Majluta creyó que los votos del PQD no tenían la importancia en las elecciones de 1986. A la hora de la verdad, más allá de las conspiraciones internas en el PRD, el partido de Wessin y Wessin pudo transformar la suerte del proceso y evitar el retorno de Balaguer. Ya antes, presumiéndose ganador sin llegar a mayo, impidió incorporar a Peña Gómez en la boleta del partido y los principales colaboradores del candidato se sentían ministros. Testigos del proceso se refieren a las locuras y arrogancias de aquella etapa interesante y de lecciones básicas. ¿Aprendimos y/o queremos reiterarnos en el yerro?
Juan Bosch desdeñó el apoyo del PRD en el año 1990. El partido blanco se recuperaba de una de sus tantas divisiones, era inviable el triunfo de la organización y en un gesto noble, José Francisco Peña Gómez se aproximó a su maestro que andaba convencido de la victoria. Le robaron las elecciones al PLD, y en el marco del reclamo, los dirigentes esenciales del partido morado entendieron la utilidad del apoyo. Ya era tarde! Los reclamos de que se vaya ya y demandar en las calles la renuncia del gobernante “electo” terminaron en una maniobra que asignó la Cámara de Diputados a una legendaria figura con antecedentes de bravura y reconocimiento por sus horas de vida revolucionaria, en capacidad de “distanciarse” del líder.
José Francisco Peña Gómez debió cambiar a su compañero de boleta en las elecciones presidenciales de 1996 para habilitar un entendimiento que garantizara “una menor perturbación” a la franja reformista altamente preocupada por la presencia de Fernando Álvarez Bogaert. No hacerlo, creó las condiciones de una aproximación entre Joaquín Balaguer y el PLD. Mantener al candidato vicepresidencial constituyó un gesto de nobleza del líder histórico del PRD y profunda manifestación de lealtad. Ahora bien, los resultados demuestran claramente que resultaba de mayor inteligencia exhibir grados de flexibilidad y edificar la mayoría elemental para ganar el poder. No se hizo lo políticamente correcto, y desde ahí comenzó el traslado de la base electoral y social reformista hacia el PLD.
Hipólito Mejía parecía presidente en el año 2012. Distante de Danilo Medina, con la calle a su favor y el convencimiento de amplios núcleos ciudadanos de que merecía una nueva oportunidad. Hasta diciembre de 2011 los vientos soplaban en dirección de un retorno del PRD al gobierno. El año 2012 inició en la dirección de procesos penales al sector cercano a Leonel Fernández y concentramos la línea de ataque alrededor de un presidente que terminaba en agosto sin preocuparnos de un candidato débil y deseoso que la fuerza económica del gobierno activara sus circuitos a su favor. Generamos tanto temor al sector oficial que entendieron que su tranquilidad estaba asociada a la victoria de su compañero de partido. Así sucedió!

En política los errores electorales se pagan. El actual cuadro político hacia enero y mayo podría crear las condiciones favorables siempre que el sentido de flexibilidad se coloque a distancias del síndrome victorioso que tanto caracteriza la actividad partidaria. El PRM luce ventajoso, pero no es el ganador porque las elecciones no se traducen en victoria como resultado de las simpatías diseminadas en los electores. Por eso, la concertación útil debe marcar el sentido de inteligencia entre todos los actores políticos que apuestan al cambio, sin arrogancias ni excesos y convencidos de que la inclusión dará carácter y amplitud al desplazamiento del PLD.

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