Daños colaterales.- Es lo que ocurre cuando en una sociedad la violencia se hace tan cotidiana, tan presente en el día a día de los ciudadanos; en cualquier momento o lugar, sea sentados tranquilamente en sus casas o conduciendo su automóvil por una de nuestras principales avenidas, pueden ser víctimas mortales de esa violencia sin freno ni control que ataca sin avisar. Pero aquí no estamos hablando de las víctimas habituales de la delincuencia común, tan numerosas que no vale la pena contarlas ni ocuparse de ellas, sino de un tipo especial de víctimas: las que se producen a causa de las disputas entre los propios delincuentes y narcotraficantes, simplemente por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Es lo que ocurrió ayer con dos vendedores ambulantes que murieron al ser embestidos por una yipeta a la que momentos antes dos pistoleros que emprendieron inmediatamente la huida dispararon más de veinte balazos, matando a sus dos ocupantes, cuando se desplazaban en una camioneta por la marginal de la avenida Las Américas, y también a un chiripero residente en Los Cartones, en Santo Domingo Este, quien murió cuando llegaba a su casa al quedar atrapado entre el fuego cruzado de dos bandas que se disputaban a tiro limpio un punto de drogas. Lo más aterrador de esta situación, lo que realmente da miedo, es que esa lotería de la muerte en que se han convertido esos daños colaterales producto del hecho de que delincuentes, criminales y narcotraficantes han convertido nuestras calles y avenidas en campos de batalla de sus guerras particulares podría tocarle a cualquiera, pues nadie está exento de convertirse en la próxima víctima.