Por supuesto que tiene derecho como Vicepresidenta de la República, como mujer y como ciudadana en pleno ejercicio de sus derechos constitucionales, a expresar libremente su opinión sobre el voto automatizado, pero eso nunca ha estado en discusión, como tampoco lo ha estado su derecho a aspirar a la Presidencia de la República. No hacía falta, entonces, que el expresidente Leonel Fernández se saliera por la tangente cuando los periodistas quisieron conocer su opinión sobre las declaraciones, horas antes, de la doctora Margarita Cedeño, que por razones obvias fueron objeto de gran despliegue en los medios de comunicación y redes sociales, desatando todo tipo de comentarios y especulaciones sobre unas relaciones en las que, al menos políticamente, cada quien parece haber tomado su propio camino. La decisión de quedarse en el PLD y en el Gobierno, a lo que también –por cierto– tenía todo el derecho, marcó el inicio de ese distanciamiento político, pero tomando en cuenta su condición de funcionaria electa, y las responsabilidades al frente del Gabinete Social, al que ha dedicado sus mejores energías estos últimos años, sería pedirle demasiado que deje todo eso botado por una rabieta política de un mal perdedor, por más esposo que éste sea. Al expresar su apoyo público al voto automatizado, que el expresidente Fernández ha convertido en chivo expiatorio de su derrota, no solo ejerce su derecho a tener una opinión y expresarla libremente sino que, también, le propina un golpe político que –mucho o poco– hará daño a la causa que su consorte promueve desde La Fuerza del Pueblo. Lo que el morbo público se pregunta ahora es hasta dónde esas diferencias públicas afectarán sus relaciones privadas, como igualmente se pregunta porqué Leonel no quiere darle un chance a Margarita si ella tiene las condiciones, los numeritos y el derecho a ser elegida.