En torno a la novela El secreto del monje

En torno a la novela El secreto del monje

La definición clásica de la novela como “narración en prosa de hechos ficticios” podría resultar insuficiente si uno se detiene ante el cúmulo de obras de este género que abordan hechos reales con estricto apego a la verdad. Me parece que esa concepción de la novela ha llevado a muchos autores a persistir en el empeño de construir obras narrativas al margen de la realidad, esa misma realidad que viene a menudo repleta de hechos y situaciones mucho más novedosos y extraños que aquellos que pueda crear la imaginación.
La historia es una ciencia, la novelística es un arte. De ahí hemos de imaginar el esfuerzo, la tenacidad, la precisión que conlleva escribir una novela histórica, pues este tipo de obra limita el cauce imaginativo del creador. A diferencia de cuando se emprende la creación de una novela partiendo de hechos reales, en los que los personajes aparecen con nombres fingidos y el narrador juega con las anécdotas a su modo.
El secreto del monje, la segunda novela publicada del novelista Arnaldo Espaillat Cabral, provocará en quienes la lean el disfrute emocional que puede motivar una historia repleta de enredos e intrigas procedentes de hechos sociales, políticos y amorosos propios de la vida dominicana antes de la Independencia. Pero esta obra debe provocar también que los analistas de la literatura, como patólogos forenses, hurguen hasta qué punto se trata de hechos reales y en qué medida se emplea la ficción.
Se ha dado por conocida la diferencia entre la labor de un historiador y la de un novelista, pese a ello la publicación de novelas basadas en sucesos reales y por ende con la actuación de personas reales, ha suscitado controversias que le han ganado a sus autores maldiciones y diatribas, mayormente de parte de familiares de personas involucradas en la historia. Vale reiterar la diferencia de roles, indicando que mientras el historiador relata los actos registrados y comprobados, el novelista elabora su obra a partir de hechos que han pasado, hechos que pasan o hechos que podrían pasar.
El cuentista peruano Julio Ramón Ribeyro (1929- 1994), además de una magnífica obra en el género, dejó un decálogo sobre el arte de escribir cuentos, cuyo segundo mandamiento conviene citar: “La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real”.
Me permito aplicar esa recomendación para el nuevo libro del doctor Espaillat Cabral, novela escrita en nueve capítulos, todos titulados y no por casualidad. El secreto del monje contiene 293 páginas y un epílogo. Su estructura se corresponde plenamente con la del género en el que ha sido situada la obra. El diálogo es otro elemento fundamental en el entramado de esta novela. Vale recordar que en toda novela se emplea el diálogo y también cabe observarse qe puede escribirse una novela sin charla entre los personajes, pero en la que hoy presentamos los diálogos son las columnas que la sostienen. En El secreto del monje el diálogo ha sido empleado con similar criterio a como se ha hecho en los libros de Platón.
La conversación entre Rodrigo Arteaga de Fuenleal, capitán de un navío español surto en el puerto de Santo Domingo, y el general de brigada Ernesto Bengoni, en la Torre del Homenaje, resulta un cómodo pretexto para satisfacer la necesidad del autor de presentar el gran embrollo que guardaba en su mente y que podemos presumir le ha costado tanto esfuerzo de investigación como los que ha dedicado a sus estudios oftalmológicos.
Bengoni es un intelectual ingresado a la carrera militar y Arteaga un militar de carrera de mente lúcida, quien tiene en la obra la persistente tarea de preguntar. Bengoni es continuado en capítulos posteriores por el profesor Espinoza, escrito con zeta como el apellido de Baruch Spinoza, y ambos encarnan, a mi modo de ver, las ideas del autor.
No obstante la obra estar escrita en tercera persona, estos dos personajes son quienes cuentan los hechos, y revelan las intimidades de la vida dominicana en el siglo XVI. Pero el autor, demuestra gran cautela y destreza en la conducción de esos diálogos, se torna un supranarrador con unas acotaciones llamadas a mantener el orden de la narración: “El grupo desea con apremio conocer el desenlace, pero el profesor no se apresura y sigue su ritmo”. (pág. 195).
Todas las argumentaciones, todas las anécdotas, todas las especulaciones rondan en torno a un personaje, y parten de una hipótesis: que el dramaturgo español Tirso de Molina (1579- 1648), quien viviera en Santo Domingo como fraile mercedario, con su nombre original fray Gabriel Téllez, encontró aquí el insumo básico para componer su famosa obra teatral El burlador de Sevilla. El personaje principal de esta obra, llamado don Juan Tenorio, hijo de Diego Tenorio, ha trascendido las páginas del libro y las tablas del teatro, para tipificar a los hombres que muestran excesivo interés por la mujer, sobre todo al margen de las bondadosas directrices del amor.
En la plenitud de los diálogos de El secreto del monje, acota el narrador que con desenfado y sin preámbulos, el profesor Espinoza manifiesta: “Según mi teoría, don Juan Tenorio no es una ficción creada por la fértil imaginación de fray Gabriel Téllez, sino que está inspirada en la vida real de un personaje…De un personaje real, de carne y hueso, que no nació en España ni residía en Sevilla”. (Pág. 73).
Estas insinuaciones del profesor Espinoza, más adelante, se acercan decididamente a la evidencia. Para ello, el desarrollo de la trama ha ido incluyendo importantes referencias a la vida atormentada y perversa de Luis Colón y Álvarez de Toledo, hijo menor del virrey Diego Colón, y por tanto nieto del almirante descubridor y heredero de los títulos y cargos otorgados a su abuelo en las Capitulaciones de Santa Fe. El tercer almirante (1522-1572) adolecía de una conducta patológica frente a las mujeres. Solía casarse en secreto, estando ya casado.
Veamos este pasaje tomado de la novela de Espaillat Cabral:
“Después de escuchar la patética exposición del profesor Espinoza, llego a la conclusión de que el nieto del Gran Almirante es el hombre más desvergonzado que haya existido”. Eso confiesa el licenciado López Corniel.
El novelista ha logrado mantener una serie de conversaciones de unos personajes ubicados en el siglo XIX, (ya había pasado la guerra de la Restauración y pronto se celebrarían elecciones generales, cuando se reúnen Bengoni y Arteaga, pág. 11) quienes hablan acerca de sucesos del siglo XVI, lo cual constituye un logro digno de encomio para el autor. Es notorio que ya casi al final de la obra, aparece el capitán Arteaga con sus agudas preguntas y el profesor Espinoza con sus conceptuosas respuestas:
“Afirmar que fray Gabriel Téllez se ha inspirado en la vida turbulenta de Luis Colón para instrumentar su célebre comedia no constituye una osadía. Pues, al residir durante dos años en el Convento de la Merced es imposible que no llegara a conocer los incidentes y lances amorosos de su borrascosa existencia”. (pág. 251).
Con prosa nítida y argumento atrapante, Arnaldo Espaillat Cabral ha construido una magnífica novela en la que fábula y realidad confluyen como un solo ente. Es una obra de auténtica esencia dominicana con vocación para la proyección universal, ya que se fundamenta en que un hombre nacido aquí ha servido de arquetipo para la creación de un personaje que es prototipo universal del “Hombre mujeriego, galanteador, frívolo e inconstante”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas