¿Por qué los grandes economistas no advirtieron la crisis?

¿Por qué los grandes economistas no advirtieron la crisis?

La crisis financiera y económica, que corroe desde hace tres años al mundo, ocurrió por un exceso de especulación. Esta especulación, virtualmente sin ninguna regulación, desembocó en “burbujas” de la vivienda, de los mercados accionarios, de las materias primas, etc. Las burbujas, a través de un proceso de reforzamiento de actitud consumista e inversionista indujeron a las gentes a comprar e invertir más, causando con ello enormes aumentos de precios, los cuales no guardaban ninguna relación con la realidad. Paradójicamente, no hay estudios acerca de las burbujas procedentes de las escuelas dominantes de la economía en los últimos 75 años: la neo-keynesiana, que otorga al Estado un amplio campo de acción, y la neo-liberal, que sustenta la eficiencia del mercado. Recordemos las asombrosas declaraciones de Allan Greenspan, en el año 2004, en la misma expresó que el Banco Central Norteamericano (Reserva Federal) no podía hacer nada para romper las burbujas antes que se hicieran grandes.

La neo-liberal – escuela dominante en los últimos 25 años- planteaba que los mercados y los agentes económicos eran racionales y, por tanto, los mercados debían tener el mínimo de regulación.

Los neo-keynesianos no se opusieron a la racionalidad de los agentes económicos, pero sugerían que había una cierta inestabilidad en el sistema capitalista que tenía que ser enfrentada por un rol activo del gobierno a través de la política fiscal, monetaria y las regulaciones adecuadas. Ambos modelos asumieron la creencia, hasta la gran crisis financiera que inició en el 2007, de que las personas se comportan como si conocieran todos los eventos futuros posibles y que ante una nueva información actuaban racionalmente modificando su posición.

Esta actitud no daba lugar a la existencia de las burbujas. Lo paradójico, en el caso de los neo-keynesianos, es que, estrictamente, siguieron la posición de Keynes -en su Teoría del empleo, el dinero y el interés- que se relacionaba con las necesarias acciones del gobierno para enfrentar las inestabilidades de la economía capitalista; pero obviaron una parte esencial de la posición de Keynes: el entendimiento de que la mayor cantidad de acciones económicas tenían motivaciones racionales. No obstante, había una parte minoritaria que no eran racionales, sino que eran generadas por motivos no económicos.

Keynes se refería a elementos inconsistentes de la economía. Trataba la relación peculiar de cómo el inversionista, en la ambigüedad y en las incertidumbres propias de la economía, a veces, lo llevaba a adoptar posiciones irracionales que exacerbaban las especulaciones y, otras veces, paralizado por el miedo, lo llevaba a tomar medidas que agravaban las caídas económicas; y por ello era necesario la participación del gobierno para que, conservando la creatividad, que es el elemento esencial del capitalismo, procedieran a amortiguar los excesos causados, en parte, por acciones irracionales y emocionales. En las décadas 70 y 80, dos prominentes sicólogos: Daniel Khaneman y Amos Tversky acudieron al laboratorio (por primera vez se usó para un estudio en economía) para estudiar las reacciones irracionales de seres humanos en decisiones económicas.

De ahí nació la teoría de la economía conductual, por la cual Khaneman, no obstante ser sicólogo, recibió el premio Nobel de economía. Ahora, sus resultados no fueron tomados en consideración por casi la totalidad de los grandes economistas del mundo.        

Los neo-keynesianos ignoraron, no obstante la posición de Keynes en el año 1936, el rol fundamental que los aspectos sicológicos juegan en la economía  y procedieron, coincidiendo con los neo-liberales, a depender totalmente de los complejos modelos matemáticos para el manejo de la economía.

 Esto provocó la incapacidad de casi la totalidad de los economistas del mundo para predecir la crisis financiera y su magnitud. (Nosotros, y esto lo recordamos sin propósito de ufanarnos, publicamos en el periódico Hoy el 16 de septiembre de 2007 un artículo titulado: La revolución financiera: su primera crisis y sus efectos en nuestra nación en el que señalábamos el advenimiento inevitable de una crisis sistémica financiera que tocaría profundamente a todos los países del mundo.

 En ese mismo artículo señalábamos al doctor Allan Greenspan, que en ese momento era considerado el economista más prominente del mundo, como el mayor responsable de la crisis que se nos venía encima). Los elementos, las señales eran bien visibles.

 En cierta forma hay una lección asentada para todos los economistas del mundo que consiste en: de ahora en adelante todos los economistas tendrán que incluir, en sus investigaciones y en las aplicaciones de políticas gubernamentales, los aspectos sicológicos.

Solo así podrán entender y manejar, adecuadamente, el altamente peligroso rol de las burbujas y cómo las mismas pueden sacudir negativamente los procesos económicos.

Creemos que si el liderazgo político y los economistas no aplican las estrictas regulaciones al sistema financiero  mundial y continúan ignorando el rol que juega la psicología en la economía, están  contribuyendo a crear, en un futuro no distante, otra gran crisis financiera lo que, potencialmente, podría ser catastrófico, puesto que para enfrentar la crisis financiera actual, que nos cerca desde hace tres años, se han utilizado, virtualmente, casi todos los recursos monetarios y fiscales.

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