LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

La equiparación que con frecuencia los periodistas hacen con los personajes tiene el efecto irreverente de  pasar como una aplanadora sobre los agudos matices y particularidades ostensibles  a veces entre entes supuestamente iguales.

Sobre el presidente de los Estados Unidos y el presidente de   Eritrea, situada en un rinconcito de África,  cualquier despacho noticioso se atrevería a decir que son “pares”, colegas u homólogos cuando en verdad se debería prestar más atención a los aspectos que obligan a considerarlos mandatarios enormemente desiguales. Uno comanda  siete flotas planetarias con decenas de portaviones y submarinos atómicos a cargo de 250 mil marineros. El otro es “comandante en jefe” de un par de fragatas rescatadas de la Segunda Guerra mundial y tres guardacostas que no se han hundido porque Dios es grande.

Mediáticamente, el presidente de Haití y el presidente de Francia están tete a tete. En una balanza deberían pesar lo mismo, de acuerdo al protocolo, siempre que no se agreguen a los platillos de medirlos los presupuestos que maneja cada uno en su país.

En estos tiempos de globalización y bancos de datos instantáneos por  Internet, cualquier general nuestro, de poca o ninguna tropa y que jamás estuvo en el frente ni en alguna  candelá, aparecería en una lista de Google al lado de Douglas MacArthur y de Colin L. Powell.

El célebre almirante británico Horacio Nelson, el de Trafalgar, tiene en República Dominicana no pocos  “compañeros”  de carrera naval y rangos que visten, como lo hacía él, relucientes insignias aun cuando por falta de práctica, de navíos  y de familiaridad con el mar,  algunos de los navegantes criollos  se marearían a los pocos momentos de embarcarse por la ría del Ozama.

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