Los 105 años de un Núñez excepcional

Los 105 años de un Núñez excepcional

Devoto, recogido, con vista y oídos fijos en la figura y la voz del oficiante principal que era Agripino, su primogénito, don Efraim escuchaba conmovido decir a su hijo durante la homilía que según las Sagradas Escrituras la edad del hombre en la tierra es de 70 años, “y cuando dura un poco más, de 80, y la mayoría de esos años son de trabajo y vanidad”.

Sin embargo, a “Don Bulo”, “El viejo”, “El abuelo” como le llaman indistintamente, le celebraban el cumpleaños número 105. Fue una fiesta familiar con amigos muy cercanos, pero su prole es tan abundante que colmó la  discreta capilla del campus de la Universidad Católica Madre y Maestra, en Santiago.

La Santa Misa, concelebrada por los sacerdotes José Agustín Fernández y Serafín Coste y el diácono Federico Estévez, presidida por monseñor Agripino Núñez, fue el acto principal del agasajo porque siendo hermanos y progenitor de profundas raíces cristianas son conscientes de que “lo primero es dar gracias a Dios”.

Estaban vestidos con colores rojo y blanco, que aunque alusivos a la festividad de San Esteban, para muchos  iban acordes con los tonos propios de la Navidad, como era la decoración en terrazas, mesas, sillas, arreglos y otros detalles de la casa donde concluida la Eucaristía se congregaron hermanos, nietos, biznietos, tataranietos y otros “herederos” para disfrutar almuerzo y  exquisito vino “en espíritu de solidaridad”.

Radiante, “en sus cabales”, como confesó, “don Bulo” abrazaba, daba besos y como un patriarca acariciaba mejillas y cabezas con un “Dios le bendiga”.

El Santo Rosario. “Para todos nosotros él ha sido un ejemplo de amor al trabajo, fue un agricultor pero tuvo la visión de entender que también era importante el estudio, la educación, y a pesar de que nos exigía acompañarlo a las labores agrícolas, daba prioridad a la escuela, y todos los que quisimos estudiar llegamos  a donde estamos”, confesó monseñor Agripino, convertido en anfitrión por petición del papá que disfrutó ese encuentro plenamente.

Para el Prelado de Su Santidad, una de las razones por las que “Don Bulo” ha llegado a tan considerable edad es la de “sentirse rodeado de cariño”. Antonia y Cristina, dos hijas, están siempre a su lado y los demás le visitan. Cuando el rector de la PUCMM está en Santiago, va a verle a diario “y él lo celebra y da las gracias”.

Don Efraim nació el 28 de diciembre de 1904 en Boca de Bao, hijo de Teolinda Núñez y Ramón Antonio Núñez, quien partió al más allá a los 118 años. Además de su dedicación al campo, trabajó varios años en New York. Dos cónsules norteamericanos viajaron a reconocer la seriedad y entrega de don Efraim cuando éste arribó al siglo.

 Poco conversador, inagotable bailador de merengue típico, atribuye su lucidez mental a que juega dominó “y eso implica un ejercicio del cerebro”. Juega con Juan, Agripino, José y cualquier amigo o vecino que llegue a su vivienda.

Toma una copa de vino “con moderación” y dice ser “cuidadoso” en la alimentación. No come carne de cerdo ni carbohidratos y a nadie acepta un dulce pues no conviene a su diabetes. “Por lo demás, tengo buen apetito, tranquilidad espiritual y duermo bien”. Un diácono le lleva la comunión todos los días  y no se acuesta sin rezar el Santo Rosario al caer la tarde. “Él lo encabeza”, relata monseñor.

Don Efraim estuvo casado con Ozema Collado, fallecida en 1993. Procrearon 10 hijos: Agripino, José, Antonia, Cristina, Juan, Jesús, Marina, Guillermo, Ramón, Martín (fallecido) y Dulce María.

Sobre la dicha de disfrutar aún de su padre  expresa monseñor Núñez: “Es un privilegio tener con nosotros tantos años a la persona de quien Dios se valió para darnos la vida. Cumplió 105 y su mente está en condición de disfrutar lo que hemos preparado en su honor. Este es un día muy especial para él”.

“¿Qué me pudiera faltar?”. La misa en acción de gracias por el cumpleaños fue conmemoración del amor, interpretación de alabanzas y cánticos de reconocimiento al Señor, a Su fidelidad y poder, testimonios de que nada es posible sin Su auxilio.

 Albania Salcé patentizó esas cualidades con voz armónica y vigorosa que rebozó el templo y conmovió corazones. “Si Señor Tú me acompañas / ¿Qué me pudiera faltar? / Jesús, quiero caminar, pero caminar contigo”,  fue su canto de salutación.

Juan Núñez Collado hizo la primera lectura y le siguió una de las nietas de don Efraim, Yajaira Díaz, en el Salmo Responsorial. “Sea la roca de Tu refugio un baluarte donde me salve. A Tus manos encomiendo mi espíritu”.

“Dime Señor dónde iré / a dónde escaparé / a quién iré sin Ti / si Tú tienes palabra de vida”, entonó la tierna solista para introducir la lectura del Evangelio. Monseñor  agradeció “el don de la vida, el aire que respiramos, los bienes que recibimos, el regalo que es la fe, la gracia del perdón”. “Pidamos por nuestros hermanos, aun por aquellos que no nos quieren”, invitó. Pedro Taveras y su esposa María Núñez  presentaron las ofrendas.

“Señor, toma mi vida nueva / estoy dispuesto a lo que quieras / me importa lo que sea / dispuesto estoy a servir / Donde falte la esperanza, donde falte la alegría / simplemente vamos a verte a ti”, entonó Albania y el recital siguió durante la comunión: “Tú eres mi hermano del alma / realmente mi amigo…”. / “He caído mil veces / y siempre me ofreces tu mano / y tu amor es tan sincero / que eres tú mi Cirineo”.

Don Efraim recibió la hostia consagrada de manos de su hijo Agripino, y al concluir la misa Albania y sus acompañantes cantaron pidiendo que la Navidad sea la fiesta de cada día para luego unirse a los presentes alrededor del homenajeado en un alegre “Cumpleaños feliz”, que se repitió cuando el longevo partió con infantil emoción el gigante bizcocho que le recordaba su lejana fecha de nacimiento.

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