El verano, la época ideal para desintoxicar el organismo

El verano, la época ideal para desintoxicar el organismo

POR VARDA GALÁN
No es posible estar sano estando intoxicado. Y uno no puede recuperarse realmente de ninguna enfermedad si previamente no se desintoxica. ¿Cómo? Pues de la manera más natural, sencilla y eficaz posible: mediante la alimentación.

Las estaciones del año marcan unos cambios cíclicos en los hábitos de alimentación que vamos adoptando prácticamente sin darnos cuenta. Y así, los guisos de invierno con legumbres y embutidos van dejando su lugar a las verduras frescas y los gazpachos mientras las pesadas carnes rojas invernales ceden su puesto a los pescados blancos y las carnes magras. Por eso el verano -cuando más frutas, verduras y líquidos suelen consumirse- es un buen momento para echar una mano a nuestro organismo y ayudarle a desintoxicarse de los excesos invernales. Porque para sentirse sano y vital bajo el sol es absolutamente necesario depurar previamente el cuerpo. Y la mejor forma de conseguirlo -no se deje engañar- sigue siendo recurrir a la alimentación. Le ofrecemos algunas pautas para nutrirse y depurarse en verano.

LA ALIMENTACIÓN EN VERANO

En España las temperaturas veraniegas pueden llegar incluso a cuadruplicar las del invierno. Eso requiere, por un lado, una gran capacidad de adaptación por parte de nuestro organismo y, por otro, que adoptemos una serie de medidas de carácter dietético. No se trata de comer menos sino de seguir una dieta distinta y de atender a las peticiones del cuerpo, que en estas fechas nos reclama especialmente sentirse fresco y ligero.

Un ejemplo: las altas temperaturas hacen que el organismo tenga que «trabajar menos» para moverse y operar ya que no es preciso un gasto calórico importante para mantener la temperatura interna de 37º a la que funcionamos adecuadamente. De ahí que la alimentación de verano deba ser menos rica en grasas y mayor en hidratos de carbono.

Asimismo es importante que se tienda a hacer comidas relativamente frecuentes y de poca cantidad de alimentos. El verano es, de hecho, la época de los entremeses, aperitivos, pequeñas meriendas y comidas y cenas ligeras. Y no sólo para facilitar el buen funcionamiento orgánico sino para prevenir el golpe de calor o el temido corte de digestión que coinciden con las difíciles digestiones de las comidas copiosas.

Por otro lado, y para evitar el desgaste de la sobreactividad propia del verano -paseos, playa, viajes, actividades deportivas, al aire libre, etc.-, es necesario que la dieta veraniega sea rica en cereales, arroz, pasta, legumbres y frutos secos, sin olvidar carnes, pescados, huevos, lácteos y frutas y verduras. Asimismo es recomendable un mayor aporte de vitaminas y minerales. Por tanto, la recomendación es ingerir diariamente frutas jugosas -sin mezclar las dulces con las ácidas-, verduras variadas y ensaladas multicolores que se pueden acompañar de frutos secos y semillas. Y, sobre todo, es importante que vigile la ingesta de agua y demás líquidos para evitar la deshidratación. Pero sobre las bebidas hablaremos más adelante.

Volviendo a las comidas, las ensaladas variadas, el pescadito frito, los pistos de verduras, los arroces y las frutas -en sus variadas preparaciones- vienen a ser las estrellas de la alimentación veraniega.

En cuanto a las frutas son uno de los alimentos predilectos en verano porque refrescan y son fáciles de consumir y porque, en esta estación del año, se puede encontrar en los mercados gran variedad de ellas. Además son muy nutritivas. Aportan minerales, vitaminas y carbohidratos pero también fibra lo que disminuye la incidencia de problemas gastrointestinales. Todo esto explica que, según las estadísticas, el consumo de frutas en nuestro país ascienda a casi 80 kilos por persona y año. La reina, año tras año, sigue siendo la naranja. Pero también patatas, tomates, otras hortalizas y, en general, las verduras se consumen especialmente en verano y a través de ellas proporcionamos a nuestro organismo vitamina C, carotenos, folatos, hidratos de carbono, fibra y sales minerales. Por tanto, las verduras y frutas de temporada no deben faltar en nuestra mesa. Y, si puede, tómelos crudos porque así aprovechará mejor todos sus nutrientes ya que la cocción o la fritura destruyen gran parte de los nutrientes que contienen.

Mención aparte merece una comida-bebida que no debería faltar en las mesas durante el verano: el gazpacho, una sabrosa alternativa a la comida de mediodía por ser fresco y fácil de digerir además de nutritivo por los elementos que lo componen. Por ejemplo, los hidratos de carbono del pan son prácticamente predigeridos en la boca con los fermentos digestivos de la saliva y su energía puede utilizarse casi de inmediato. El vinagre, imprescindible, se absorbe desde la misma mucosa de la boca y los azúcares del alcohol pasan directamente a la sangre y además contribuyen a aumentar la salivación proporcionando una sensación subjetiva de frescor general. Las verduras –pepino, tomate y pimiento– aportan, además de sus propios elementos nutritivos, una buena cantidad de vitaminas; y el ajo fortalece el sistema vascular y limpia el aparato digestivo. El aceite constituye, por su parte, una fuente equilibrada de grasas poli-insaturadas que compiten con el colesterol en el organismo y protegen el aparato cardiovascular evitando la temible arteriosclerosis. Eso sí, al gazpacho le faltan proteínas por lo que se le puede acompañar de sardinas, arenques o, simplemente, de unos tacos de jamón que lo convierten en un plato equilibrado, digestivo y que puede ser plato único en las fechas en que el calor aprieta.

Otras formas de consumir líquido son las sopas vegetales frías, perfectas como complemento de la comida veraniega e, incluso, como plato único. Contienen fundamentalmente agua y todas ellas pueden enriquecerse con las proteínas que la fantasía o el buen hacer quieran aportar.

BEBIDAS ESTIVALES

Con el calor cambian nuestras necesidades alimenticias. Ya no es necesario un aporte energético extraordinario para compensar la adaptación al frío pero nuestro organismo, en cambio, precisa más agua para reponer la pérdida de líquidos que produce la sudoración. Es decir, que si en circunstancias normales una persona necesita beber al menos dos litros de agua diariamente para mantener su equilibrio interno cuando la temperatura ambiente sube la cantidad de líquido a consumir debe doblarse -o, incluso, triplicarse- para evitar la temible deshidratación que puede incluso conducir a la muerte. Por eso nuestra dieta en verano ha de ser rica en líquidos que, además, nos ayuden a eliminar toxinas. Conciénciese y nunca espere a tener sed para beber. No menos de tres litros diarios de agua (independientemente de que ingiera además otros líquidos).

LOS YOGURES

A lo largo de las últimas generaciones ha ido aumentando en España el consumo de un alimento de fácil digestión y rico en nutrientes que, además, cada vez está más presente en nuestra gastronomía estival. Hablamos del yogur -líquido o pastoso- que nos aporta calcio, proteínas, hidratos de carbono y más o menos grasas de acuerdo a si son desnatados o no. Los yogures líquidos -mezclados a veces con zumos de frutas- llevan además vitamina C y aligeran el contenido graso de los lácteos.

Por otra parte, además de como bebida y alimento complementario el yogur puede utilizarse como sabroso condimento en ensaladas de verano acompañando verduras y frutas. Por otro lado, el yogur resulta ideal como merienda para los niños cuando estamos en la playa o la piscina porque lo pueden tomar sin riesgo y, además, no provoca los vómitos y cortes de digestión que podrían provocar alimentos más sólidos.

Otra posibilidad interesante y cuyo consumo está aumentando exponencialmente en los últimos años son los llamados alimentos «funcionales». De esa forma se denomina a los alimentos enriquecidos que no sólo aportan a quien los ingiere beneficios meramente nutricionales sino también otros que también le permiten mejorar su salud. Tal es el caso de los probióticos -que contienen microorganismos vivos y activos una vez que colonizan el intestino- y los prebióticos -que estimulan la acción bacteriana-. Estos microorganismos, ingeridos a través de la alimentación, nutren a quienes los consumen y, además, colonizan el intestino modificando positivamente la flora intestinal -especialmente expuesta en verano a las agresiones exteriores- y mejorando el funcionamiento del sistema inmune y, por tanto, la salud global del organismo. Los probióticos más utilizados por la industria alimentaria son el streptococus thermóphilus, el lactobacillus bulgáricus, lactobacillus acidophilus, lactobacillus casei y bifidobacterium. Entre los prebióticos destacan los contenidos en alimentos como trigo, ajo, cebolla, espárragos, puerro, remolacha, alcachofa y raíz de achicoria. Cabe recordar que a los productos que contienen tanto prebióticos como prebióticos se les denomina simbióticos, término que alude a la sinergia que se produce por la unión de ambos y que favorece especialmente al organismo.

En suma, aproveche el verano para descansar y realizar actividades que normalmente no puede hacer. Pero no olvide la importancia de alimentarse con arreglo a las necesidades de su cuerpo que en estas fechas le pide especialmente agua y alimentos ligeros pero nutritivos que le ayuden a depurarse para mantenerse sano. No estaría mal aprovechar el verano para adquirir saludables hábitos alimentarios que luego mantener durante todo el año.

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