Coctelera

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Muy buen día para usted. Lo necesita. Muchas gracias por esta ñoña temperatura, que de momento será afectada por los nunca bien apreciados ITEBIS, ya que ni siquiera el disfrute del clima debe estar libre de gravámenes, dado que ese es un servicio que presta la naturaleza. Y los bienes y los servicios tienen que pagar su tributo al Estado, para que éste pueda mantener vagos a troche y moche. Hoy domingo, Magito, debemos dejar de lado los chismes políticos y darnos un descansito, ya que si ese descansito no lo procuramos nosotros mismos, no lo buscarán los líderes que solo quieren jodernos por todos lados…

En los últimos días, caro viejo estafador de aldea, hemos leído y hemos oído que está dizque el contrabando al por mayor y al detalle. La ocasión es propicia, pues, para insistir en que se proclame el Día del Contrabandista y se instituya también la Orden del Contrabando, con diferentes categorías, que podrían ser, tentativamente, de los Electrodomésticos, de las Bebidas Alcohólicas, de los Tejidos y el gran cordón de los Vehículos de Motor. Se ha insistido muchisimo en que se honre al contrabandista, ese abnegado servidor de la sociedad que busca que distintas mercancías lleguen «a buenos precios» al consumidor, en vista de que esas mercancías, adquiridas por la derecha (?) cuestan un potosí, en vista de que pagan impuestos por todos lados, impuestos que van a satisfacer las necesidades del país, aún cuando no sean las prioritarias, así como también las necesidades de algunos administradores de la llamada «cosa pública», que va en camino de dejar de ser cosa al tiempo que se privatiza lo de pública…

Ahora tenemos, don Magino, que se hacen denodados esfuerzos para introducir unos contrabandos que abaraten el costo de la vida, pero dizque aparece por la Dirección de Aduanas un hombre malo, de coco duro, que a todo y a todos quiere cobrarle impuestos y que revisa papeles viejos si se tratara de una especie de archivo humano. ¿Es eso justo? ¿Hasta dónde se puede abusar de contrabandistas que todo lo arriesgan para servir a sus conciudadanos y conciudadanas, pues de unos años para acá, –desde los días casi finales del Doctor como gobernante– han aparecido unas conciudanas que defienden la igualdad de género hasta para poner a operar la maquinita evasora de tributos, siempre y cuando funcione la mano izquierdita para la defensa personal…

¿Por qué se persigue al contrabandista? ¿Y por qué se llega al extremo de pensar que cuando el contrabando usa la vía terrestre se vale de guardias y policías, calumniando a estos servidores públicos que siempre han circunscrito su vida al magro salario que les paga el Estado y que si hacen el milagro de los panes y los peces para vivir como faraones –una minoría muy selecta– no solo se cubren las espaldas sino también la conciencia? El contrabandista, en todas las épocas, se arriesga para que el consumidor disfrute de buenos precios en cuanto compra y deja de lado al explotador que abusa de esos precios para acumular una fortuna que jamás reflejará la sangre, el sudor y las lágrimas de que hablaba don Winston, el del tabaco…?

Cree usted, Magino, que el contrabandista, que logra beneficios reducidos y que juega con el volumen, todo lo tiene para sí? ¿Acaso usted ignora que ese señor, para triunfar, tiene que repartir por más lados que el carajo y que hasta los mensajeros tienen que recibir su boronita? Pero cuando le echan el guante a un contrabando, es muy difícil que los protectores salgan a la luz pública y eso se debe, básicamente, a que luz pública poco aparece por aquí. ¡Imagínese usted, es difícil encontrar hasta la privada!…

Aquí, Maginito, en este país tan sofisticado, felizmente también son sofisticados los «métodos de trabajo». En interés de recaudar dinero que se necesita para algún día poder mencionarle la mamacita al FMI, el contrabando trata de purificarse y convertirse en importación legítima, pues se le cobra el dinerito al «importador» del salteo, más una multita, todo preparado en un «plan de pagos» –hasta con notario y todo–, sin importar un carajo que el importador legítimo pague todos sus impuestos de un cajetazo y tenga que cubrir salarios, impuestos sobre la renta, pago de energía, agua, teléfono y otras menudencias. ¡El que se ciñe a la ley, pues que se joda! Por eso, Maginito, a veces cualquiera creería que el método que empleaba Elliot Ness durante «la ley seca» norteamericana era más civilizado: entrar a puros hachazos al contrabando, para que los ríos de alcohol «fertilizaran» la tierra… de todos modos, viejos soldado, hay que insistir: que se proclame el Día del Contrabandista, que se honre a ese hombre por su gran vocación de servicio. Y que se instituya la Orden del Contrabandista, para homejear no solo a los delincuentes, perdón, a los servidores que meten mercancías por la izquierda, sino también a quienes, en forma desinteresada, puedan ayudarles a evadir tributos, no importa que sean civiles, militares o policías, sin importar tampoco al rango que sustenten en la sociedad civil o en la uniformada. Y para terminar «Coloquemos en El Conde una estatua que rinda tributo al «contrabandista desconocido»…

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