Salpicado por sospechas de corrupción, Rajoy se aferra al cargo en un país poco acostumbrado a renuncias

Salpicado por sospechas de corrupción, Rajoy se aferra al cargo en un país poco acostumbrado a renuncias

MADRID. AFP. Aunque salpicado por las sospechas de corrupción, el jefe de gobierno español, Mariano Rajoy, parece lejos de renunciar, ya que tiene una sólida mayoría parlamentaria en un país con escasa «tradición» de dimitir y una ciudadanía poco reivindicativa.  

El lunes, tras una semana de comprometedoras revelaciones sobre la implicación de Rajoy en la presunta contabilidad oculta de su partido y el cobro de sobresueldos en negro, el líder conservador se reafirmó en lo que había dicho cuando estalló el escándalo a principios de año: no va a dimitir pese a las peticiones por parte de la oposición. 

 «Voy a cumplir el mandato que me han dado los españoles», dijo Rajoy mientras el extesorero de su partido, Luis Bárcenas, confirmaba ante un juez la contabilidad B del Partido Popular (PP) y haber dado al jefe de gobierno 25.000 euros en efectivo en 2010.  

El malestar aumenta entre los españoles, atenazados por cinco años de crisis y un desempleo galopante pero que, sin embargo, tienen asumida la sentencia de que «en este país, no dimite nadie».  

«En España no hay ninguna tradición de la dimisión, se entiende la dimisión como una súper debilidad política. No ha habido ejemplos, prácticamente» desde 1978, cuando se inició la democracia actual, explica Ferran Requejo, catedrático de ciencias políticas en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

«Esto se basa simplemente en la falta de tradición democrática del Estado español. España ha sido democrática pocos años», añade. 

Para Fernando Vallespín, catedrático de ciencias políticas de la Universidad Autónoma de Madrid, esta mentalidad responde también a «la cultura católica».   «En las culturas protestantes, la responsabilidad se asume con mayor naturalidad. En España, reconocer la responsabilidad es reconocer la culpa, cuando son cosas distintas», explica.  

Sin embargo, los numerosos escándalos han tenido poco efecto en las urnas: en las últimas elecciones locales, el 70% de los candidatos imputados por la justicia salieron elegidos, revela Jesús Lizcano, presidente de Transparencia Internacional España y catedrático de la UAM.  

«Eso da una idea de la tolerancia, del desinterés que teníamos los ciudadanos en España por el tema de la corrupción», señala. 

«Esto se está transformando a raíz de todos los escándalos de corrupción que ha habido (…) Es lo único bueno de todo estas crisis de corrupción», apuntó Requejo.  

Pero este cambio no ha conseguido transformar el profundo malestar ciudadano en multitudinarias protestas en las calles.

Con esta relativa paz social, una confortable mayoría absoluta en el Congreso y pocas voces críticas en su partido, Rajoy se aferró al cargo y a la necesidad de «estabilidad política» en el país.  

Por ello, Requejo apunta como escenario «más probable» que Rajoy «no dimite e intenta resistir hasta el último momento».  

Tanto la prensa como el resto de partidos políticos exigieron mayores explicaciones a Rajoy, que solo respondió a dos preguntas sobre el caso el lunes, una semana después de aparecer las últimas revelaciones.  

«En cualquier democracia de la Unión Europea, esta crisis o una crisis de esta gravedad estaría discutida y resuelta aquí, en la sede de la soberanía popular», lamentó este martes el líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba.  

Después de pedir en numerosas ocasiones la comparecencia del jefe de gobierno, bloqueada por el PP con su mayoría absoluta, Rubalcaba amenazó el martes con una moción de censura si Rajoy no da explicaciones.  

Pero parece poco probable que la moción tenga éxito con una mayoría conservadora en la cámara y unas rígidas estructuras en los partidos que hacen muy difícil la rebelión de parte de los diputados.  

Vallespín, en cambio, ve en este escándalo el inicio de una nueva etapa política en España, por lo que no descarta a medio plazo la dimisión del presidente.  

“La política española necesita una catarsis para romper con esta crisis y la desafección política (…) Hace falta renovar el consenso constitucional y esto puede ser el pistoletazo de salida de esta renovación».  

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