ALERTA. Otras razones por las que Cortázar debió ser premiado

ALERTA. Otras razones por las que Cortázar debió ser premiado

Juan Freddy Armando

En la entrega anterior referí algunas de las virtudes del escritor Julio Cortázar, gran cuentista, novelista, poeta y ensayista argentino, por las que considero merecía el Premio Nobel, el Cervantes y otras distinciones. Por si no bastaran, hoy aporto otras. Entre ellas está el hecho de que escogía temas insólitos, nunca usados por los escritores para hacer textos literarios.

Un buen ejemplo son sus narraciones sobre escaleras. Inspiradas en una frase casual de su viuda, periodista, poeta y traductora Aurora Bernárdez. Ella cuenta: «Un día en la villa Médicis de Roma le dije a Julio: ‘Esta escalera es para bajar, no para subir’ y él me dijo: ‘Nunca lo había pensado’ ”.

Fue chispa una que encendió el fuego creativo del maestro de las letras, y creó varios exquisitos relatos sobre escaleras, enfocándolas desde puntos de vista innovadores y profundos. Como nunca se le había ocurrido a un artista de la palabra.

Le puede interesar: ALERTA. ¿Por qué Cortázar no obtuvo el Nobel ni el Cervantes?

A continuación, copio uno de esos geniales textos:

“MÁS SOBRE ESCALERA

En un lugar de la bibliografía, del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar. Lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán sin excesivo esfuerzo que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse, es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimiento de incomodidad, e incluso de vértigo, se descubrirá a cada
peldaño un nuevo ámbito, que si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma. Su hipnótica sucesión de peldaños, en cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte, limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñalosa, abarque luego el molino de la turca, estalle en los álamos del cementerio, y con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. Y el cielo, y las nubes, cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo.


A lo mejor después, cuando gire el redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado. Es fácil tropezar y caerse. Hay cosas que solo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto, obstinadas en su nivel y en su máscara, se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñalosa o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla. Cuidado con esa mujer”.

Puede leer también: Escritor y poeta gana el ‘Man of the World Dominican Republic’

EL CASO DE RAYUELA

¿Por qué este libro revolucionó la novela? En mi opinión, Cortázar logró plasmarla con un enfoque nunca antes visto. Como dice al comienzo, Rayuela (alusión al juego infantil de los saltos) es muchos libros en uno. Sin tema específico, fuera de la tradicional estructura novelística, es una fluencia libre de la conciencia, en que las historias van apareciendo como rompecabezas que observa el autor, en fragmentos que constantemente se arman y desarman en ordenado desorden.

Historias que se entrecruzan, pero cada una tiene existencia propia. La más notable, diríamos que la central, es de dos falsos estudiantes latinoamericanos en París: el argentino Horacio Oliveira y la uruguaya Lucía, la Maga, con evocaciones del hijo de esta, Rocamadour, consecuencia de una anterior aventura sexual.

Sus encuentros son aleatorios, sin citas ni compromisos. Tal como dice Oliveira en la página inicial de la obra: “… lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro”.

Estas innovaciones influyeron sobre muchos artistas, como el novelista Luis García Britto, el cineasta Iñárritu, entre otros.

Publicaciones Relacionadas