Proteger los recursos naturales de esta isla, hasta cierto punto frágil y expuesta a rapacidades que no reconocen límites, es tarea que no admite interrupciones que puedan alentar nuevas depredaciones; tarea colosal en la que estuvo empeñado el ministro de trágico final Orlando Jorge Mera, que en relevo pasa a otras manos que deben con ahínco honrar su memoria.

Vale enumerar como prioritario, y siguiendo el rumbo trazado, fortalecer el manejo de áreas protegidas para las que está recomendado disponer de planes, personal y recursos financieros que permanentemente eviten los daños que causan explotaciones agrícolas ilegales.

Llevarlas a aprovechamientos controlados por su utilidad para el turismo y a extracciones racionales de materiales y árboles maderables para proteger de incendios a los bosques y dotar de buen curso a los ríos.

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Y algo más: el crecimiento geométrico del uso de automotores genera al país una impresionante cantidad de neumáticos fuera de uso llevados a vertederos que se torna inmanejables; que degradan entornos y alteran suelos y la flora.

Alarma no haber adoptado tecnologías ya existentes y aplicadas en otras latitudes para reconversiones que prolongan la existencia de los ingredientes de las ruedas automovilísticas.

De no reducirlas pronto a la condición de materia prima para más de un fin útil, las gomas del rodamiento harán pagar un alto precio ambiental al país.