Un negro con categoría… ¡Y él lo sabe!

Un negro con categoría… ¡Y él lo sabe!

Rafael Acevedo Pérez

En un barrio de la Capital, un niño y un adulto. ¡Tú eres un negro igual que yo!, le dijo alterado el hombre. El niño ripostó de inmediato: “No somos iguales: tú eres haitiano y yo soy dominicano”.

Se hace difícil a muchos extranjeros de distintas latitudes entender que en República Dominicana el negro, a diferencia de otros países, no constituye un grupo humano, una clase o sector social. Sociológicamente hablando, tampoco es una etnia o grupo étnico, ni una categoría. Y ni siquiera una agrupación mental de parte de observadores que clasifican o categorizan determinados “tipos de personas a partir de un rasgo común, al que además le atribuye o, según observan: poseer determinadas actitudes, valores, comportamientos”. Lo que permite a menudo la formación de preconceptos, prejuicios y juicios apriorísticos generalizados respecto de esas personas.

El negro nunca fue una categoría social en República Dominicana, aunque, como ha ocurrido en muchos países, los grupos étnicos casi siempre han sido objeto de algún grado de discriminación social. Aquí lo han sido los chinos, los árabes, los españoles y sobre todo los haitianos. Y los “americanos”, durante las varias intervenciones militares.

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En cambio, en muchos países de la región, no solo los negros han sido discriminados y maltratados, sino los indios; casi en toda Norte y Sur América.

En el Chile de antes de 1970, los negros eran a menudo preferidos por las chilenas.

Una maestra de Valparaíso me contó: unos papás jamaiquinos acudieron a las autoridades de una escuela pública, porque cuando salían al recreo al niño le voceaban: ¡Negro! ¡Negro! Le pidieron al niño que identificara a los que les voceaban, y estos, al ser interrogados, negaron. El director hizo pasar a los jamaiquinos. Ante lo cual lo niños dijeron: “Pero no se trata de él. Nosotros voceamos al Negro, el goleador del equipo, cuando jugamos en el recreo”. El pre-juicio lo tenía la familia jamaiquina.

En países andinos hay dos tipos de indios: los héroes del pasado, como Caupolicán, Túpac Amaru… y los “indios de porra” contemporáneos.

En una novela de Asturias, el tío la reprende por “montar a caballo como hombre”. Ella le responde: “Tío, nadie me vio. Solo había unos indios” (non-persons).

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Un negro estadounidense difícilmente entiende que un negro dominicano no es “su idéntico”. El criollo puede sentirse menospreciado por no ser más claro de piel; pero los dominicanos valoran más la condición económica y educativa. Y hay que ver cómo se respeta a ese señor(a) negro(a), maestro(a), profesional, terrateniente.

Los negros fueron esclavos en Haití hasta el siglo 19, y segregados en Estados Unidos hasta hace décadas. Un negro dominicano apenas sospecha que eso existió.

Ser negro es aquí un azar del destino, asunto bastante individual. Cada cual con sus aspiraciones y sus logros, llegando muchos negros a ser brillantes profesionales, empresarios y políticos. Y presidentes, héroes nacionales, artistas, deportistas.

Y negros de mucho caché, y que “sudan miel por los poros”; algo inconcebible para los extranjeros que vienen aquí a hablarnos de discriminación y prejuicios.

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